Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 18:15

El chaleco anticorrupción

El chaleco anticorrupción
Se conoce que la última tendencia de la moda es el retorno del versátil chaleco en la vestimenta de hombres y mujeres.

En Inglaterra hizo furor, con motivo de la Copa del Mundo y la participación de su Selección, cuyo técnico es Gareth Southgate, que lo usó en homenaje a su padre, convirtiéndose en una especie de fetiche, hasta ayer que tácitamente fue el día del chaleco.

En Bolivia lo usan militares, policías o miembros de otras instituciones para distinguirse, como el Círculo de Periodistas Deportivos de Cochabamba (CPDC) en el trabajo de campo de juego.

Juan del Granado Cosío impuso el chaleco amarillo, como característica de su gestión municipal de una década en La Paz, al igual que su sucesor Luís Revilla Herrero. Ambos le dieron estabilidad y progreso sostenido a la ciudad capital política de Bolivia.

José María Leyes emuló la prenda (chaleco) con el color verde, pretendiendo acaso cruceñizar la Alcaldía local, un pecado imperdonable, para muchos cochalos de pura cepa.

Cuando veo a los políticos con chaleco institucional, pienso que nos quieren hacer creer que trabajan mucho más que otros, que solo visten terno o ropa informal. Sus encargados de propaganda registran imágenes y videos, haciendo alguna actividad reservada a los mortales, como sembrar una plantita o levantar algo pesado, acción caricaturesca que dura apenas segundos.

Juan Sin Miedo fue impecable en su gestión, chaleco y todo, felizmente tuvo un sucesor que no le hace quedar mal, hasta ahora.

No podemos decir lo mismo en Cochabamba, donde -con o sin chaleco- fueron un brutal fiasco, traicionando la confianza de la ciudadanía, en los últimos 15 años de alcaldes de segunda y hasta indefinida categoría.

¿Podrían fabricar un chaleco antibalas contra la corrupción incontrolable?, un chaleco virtual o mental que ponga un freno a los políticos nocivos, que meten la mano en la lata, sin percatarse que los están observando y que, tarde o temprano, los denunciarán, ya sea por conciencia, lo que no es infidencia, o porque no les hicieron participar de las ganancias indebidas.

Como el hábito no hace al monje, desconfiemos de los que visten chalecos oficiales, antes de verificar que son verdaderos servidores públicos que trabajan por su capacidad y no simples vividores del erario, o el pastillero con chaleco ajeno.