Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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DOCUMENTAL BOLIVIANO SE ESTRENARÁ EN SEPTIEMBRE

“Algo quema” revisa los fantasmas de la memoria

La ópera prima de Mauricio Ovando utiliza películas familiares de su abuelo, quien conformó un Gobierno de facto. Ya obtuvo dos galardones. 
“Algo quema” revisa los fantasmas de la memoria





El director boliviano Mauricio Ovando solo tenía una imagen en blanco y negro de Alfredo Ovando Candia, su abuelo. Todo lo que había escuchado de él hacía referencia a un “ser, un líder y un papá perfecto, además de un militar de una rectitud impecable”. Esa era la versión familiar. Sin embargo, la historia oficial de Bolivia recuerda a Ovando por la nacionalización de las empresas petroleras y por ser uno de los responsables del asalto militar a campamentos mineros y del asesinato de Ernesto Guevara, el Che durante su Gobierno militar de facto en la década de 1960.

Todo bajo el nombre de la revolución nacional. En Algo quema, su ópera prima, el realizador plantea una revisión a los fantasmas de la memoria de su familia y a un fragmento de la historia de este país, en el que cada imagen afronta sentimientos encontrados.

El documental nació como idea hace 10 años, cuando Ovando todavía cursaba la carrera de cine. Fue una búsqueda personal que nació a raíz de la muerte de su tío, el hijo mayor de su abuelo, en un siniestro aéreo que nunca se esclareció si fue un accidente o un atentado en una de las etapas más críticas del Gobierno de Ovando Candia en 1970. “La película parte desde una emocionalidad hacia lo familiar respecto a este tema. Era un punto de partida súper interesante para mí y que me costó muchos años darle un verdadero cuerpo y sentido a la película, que al final obviamente viró la mirada hacia mi abuelo. Sabía que no quería homenajearlo o defenderlo, más bien era una mirada crítica”, explica.

El director tuvo que catalogar todo un archivo fílmico de más de 50 años. La figura estática de su abuelo, en su uniforme militar y en blanco y negro, pasó a convertirse en un “humano a colores”, moviéndose en cintas de celuloide desde 8, 16 y 35 milímetros, 250 rollos de Super 8, hasta formatos caseros de video analógico.

Todo ese trabajo le tomó cerca de un año de trabajo. Admite que ese fue quizá el mayor reto técnico. Al igual que el trabajo de montaje en la isla de edición, para el cual fueron claves Juan Álvarez, su productor, y Cecilia Almeida, la editora, ya que ambos le ayudaron a mantener una distancia correcta con el tema.

El documental, en su corto recorrido por citas internacionales, ha demostrado que funciona fuera de las fronteras de Bolivia.

Se hizo con dos galardones, mejor director en la competencia latinoamericana y el premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica, en la pasada edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici). Además, estuvo seleccionada en el Festival Encuentros del Otro Cine, en Ecuador, donde fue elegida entre las favoritas del público junto a otras renombradas producciones como La libertad del Diablo, del mexicano Everardo González, y la más reciente producción de Agnès Varda, Rostros y lugares.

En Bolivia

La obra fílmica ya cosechó éxitos afuera. El estreno más esperado será en el mes de septiembre, en Bolivia.