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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Venezolanos llegan a Bolivia huyendo de la crisis de su país

Venezolanos llegan a Bolivia huyendo de la crisis de su país

"Yo estoy feliz de poder mandarle a mi familia 50 dólares al mes", dice Carlos Martínez, un venezolano de 17 años que vive en La Paz desde enero pasado y que huyó de los graves problemas que tiene su país. Carlos vende en la calle postres de galletas oreo y vainilla que producen él y otros jóvenes venezolanos.


Carlos y un amigo llegaron en un viaje de ocho días por tierra, atravesando Colombia, Ecuador y Perú. 

El muchacho cuenta que en su país trabajaba en una empresa y que en un principio el salario mínimo alcanzaba para un sustento básico, pero pasó el tiempo y la hiperinflación se agravó. Al final, ganaba 1.500 bolívares, pero un kilo de pollo costaba 1.700. "No es posible que trabajes un mes para poder comer un día", comenta.

Se estima que, como Carlos, 1,8 millones de venezolanos han abandonado su país en los últimos años para huir de la crisis política, económica y social provocada por las erradas políticas del chavismo.

Desempleo, escasez, hiperinflación, inseguridad ciudadana y represión política hacen que miles de venezolanos huyan todos los días y busquen una mejor situación sobre todo en Colombia y otros países de las Américas, pero también en España y naciones más lejanas, como Australia y Nueva Zelandia.

A Bolivia han llegado menores cantidades, debido a las pocas posibilidades económicas que ofrece el país, pero se cree que varios cientos ya están en nuestro territorio, sobre todo en Santa Cruz. En La Paz se los ve en El Prado o en la zona Sur, vendiendo arepas o postres o trabajando como meseros o vendedores en tiendas.

Carlos explica que lamenta mucho no poder seguir viviendo en su tierra natal, pero a la vez se alegra por él y la gente que logra migrar.

Afirma que a todos los venezolanos les da tristeza ver cómo su país se derrumba poco a poco. Y Agrega: "cuando salga del poder Nicolás Maduro estaremos todos en fiesta en Venezuela, eso se lo aseguro".

Los dos jóvenes recibieron luego a un tercero, Luis López, de 25 años. Luis agrega que varios miembros de su familia tuvieron que migrar, cada uno a diferentes países. "Me voy a quedar aquí en Bolivia o iré a Chile ya que tengo familia allá", aseguró. También vende postres en la calle. Ahora un cuarto venezolano se sumó a ellos, por lo que se dividen en pares, dos en el centro y dos en la zona Sur.

Peluquera

Carla es una atractiva muchacha, de sonrisa agradable y trato amable. Atiende una peluquería cerca de la plaza Alonso de Mendoza de La Paz. Asegura que se vino a vivir con sus padres porque en Venezuela no tenían ya ninguna esperanza. Contó que su mamá tiene presión alta de insuficiencia renal y que, en Valencia, su ciudad natal, no había como conseguir las medicinas. 

"Aquí la situación es muy dura, es muy difícil acostumbrarse, pero estamos mejor que allá. Por lo menos mi mamá tiene sus medicamentos", cuenta. Expresa que ella y sus padres están esperando la oportunidad de trasladarse a Santa Cruz o Perú, donde creen que tendrán mejores posibilidades.

"Pero mientras tanto estamos pasando la crisis y nos encanta el teleférico", añade. 

Hace 25 años Roberto llegó desde Venezuela a Bolivia. Él ha visto, desde la distancia, la crisis que sepulta a su país. Roberto intenta ayudar a quienes llegan en estos últimos meses, aunque hay poco que pueda hacer.

"El Gobierno de Maduro niega que haya un problema humanitario, pero sin embargo, la gente sí está sufriendo, esto (la llegada de venezolanos a Bolivia) es una señal de la falta de alimentación, por eso la gente migra".

Roberto considera que mayormente gente joven, como Luis y Carlos, sale del país ante la idea de que no hay esperanzas. Cuenta que sus hermanos siguen viviendo en Venezuela y que enfrentan las más graves penurias: falta de alimentos, escasez de medicinas y una inseguridad ciudadana descontrolada. 

Vendiendo roscas de canela

Carla y Michael llegaron a La Paz el año pasado junto a su pequeño hijo. En Venezuela, él trabajó en una empresa importadora de celulares durante 12 años, pero ésta quebró y sus posibilidades de mantener a su familia se redujeron notablemente. 

Por eso la pareja empezó a vender donas (roscas de canela) en las calles y distribuyéndolas en restaurantes y tiendas. Pero no era una situación sustentable. Carla, entonces, habló con sus padres, ambos bolivianos que habían llegado a Caracas 47 años antes escapando de la dictadura de Hugo Banzer. Casi medio siglo después debían volver a Bolivia, ahora escapando de otra dictadura, la de Maduro, con su hija nacida en Venezuela, su yerno y su nieto.

Con la experiencia de haber vendido donas en Caracas, Carla y Michael decidieron dedicarse a la misma actividad en La Paz. El negocio, aunque difícil, les da para vivir modestamente. Sobre todo venden sus productos en la avenida Buenos Aires y en la zona del Cementerio. 

Felipe, el papá de Carla, intenta apoyarlos en lo que puede y afirma que sus hijos por lo menos tienen una actividad que les permite sobrevivir.

Mariana, la madre, asegura que, aunque con dificultades, la situación en Bolivia es mejor que la venezolana, donde no hay alimentos ni medicamentos. En cuanto a la comida cuenta que "hay en Venezuela los que se llaman "bachaqueros", que se dedican a la venta de productos en el mercado negro. A esta gente, digan lo que digan, el Gobierno les da alimentos de a poco y ellos lo venden a la población en un precio que es el doble, triple o al precio que ellos quieran".

También existen cajas de alimento que vende directamente el Gobierno, pero sólo puede obtenerlas las personas que tienen el "carnet de la patria", una cédula que se ofrece a los militantes que respaldan al Gobierno. La falta de medicinas es, también, preocupante. Contó que ayudaron a enviar a Caracas unos medicamentos a una amiga que los necesitaba, a un precio de transporte muy alto. 

"Mi esposo y yo somos diabéticos y cuando vivíamos allá, pedíamos que nos lleven medicamentos para un año entero desde Colombia", asegura.

Felipe, de 78 años, explica que el salario mensual que recibía durante gran parte del tiempo en el que vivió en Venezuela equivalía a 1.300 dólares por lo que él y su familia vivían cómodamente. "Hoy en día mi salario básico de jubilación que está depositado en Venezuela es aproximadamente un millón de bolívares, que no llega ni a dos dólares".