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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Radiografía del occidente

Radiografía del occidente
Desde la caída del Muro de Berlín, las democracias occidentales vivieron un período de casi un cuarto de siglo en el que el debate estuvo orientado al centro del espectro político. Las fuerzas centrípetas las componían, por un lado, una derecha firme en su defensa de las economías libres y cada vez más abierta a la inmigración y los avances sociales como el matrimonio igualitario y la equidad entre hombres y mujeres. Del otro lado, la izquierda era llevada a aceptar el modelo económico liberal, alejándose de sus orígenes marxistas.

Este consenso alrededor de las sociedades abiertas, en un sentido amplio de la palabra, empezó a mostrar profundas grietas con la explosión de la gran recesión del 2008.

La crisis condujo a que las fuerzas del sistema fueran seriamente cuestionadas por su rol en mantener un modelo económico que convive con niveles de desigualdad económica difícilmente tolerables. Y cuando empezaba a superarse la debacle económica, se desató la ola de millones de refugiados de Medio Oriente hacia la vieja Europa. El resultado fue el despegue de un discurso nativista que endureció el debate político alrededor del continente y permitió el desembarco del populismo y el voto por el “brexit”.

¿Cuál es el balance a dos años del “brexit” y de la aparición del fenómeno Trump? Estados Unidos y Europa parecen asistir al fin de la competencia política en torno al centro.

En la principal economía del mundo, el desafío al sentido común liberal ha surgido desde un outsider (forastero, por su traducción al español) como Donald Trump, que ha penetrado el Partido Republicano para transformarlo de manera profunda.

El viejo partido de Abraham Lincoln ha permitido que Trump lo desplace de su clásico mandamiento pro libre mercado y lo lleve por una senda excesivamente aislacionista. El Estados Unidos de Trump está cada vez menos cohesionado alrededor de la narrativa del sueño americano, y más ensimismado en el miedo al otro, sea cual sea el origen de esas diferencias.

¿Están condenadas las democracias occidentales a un inexorable deterioro? No necesariamente. En Italia, por ejemplo, donde la coalición de Cinco Estrellas con la xenófoba Liga inicia un experimento inédito, los sistemas de contrapesos siguen siendo robustos y la democracia no va a colapsar de la noche a la mañana. Sin embargo, lo que el ascenso del populismo ha conseguido es cambiar la naturaleza de la competencia y la narrativa política.