Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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PEZ ESPADA

Transacción social de las canicas

Transacción social de las canicas
Debo admitir que nunca fui bueno para jugar a las canicas, lo mío eran las carreras de “dinkis” en las aceras, pero admiraba la destreza de quienes pasaban horas arrodillados en la tierra obteniendo las preciadas canicas del contrincante. Son muchísimos los estudios que demuestran los beneficios de jugar a las canicas: coordinación óculo-manual, coordinación fina y dinámica de las manos, pensamiento táctico y estratégico, relaciones sociales y afectivas, sensaciones kinestésicas, cuidado, y aprovechamiento del entorno y de la zona de juego. El jugar a las canicas tenía todo un ritual previo, armar la cancha, establecer las reglas y escoger la mejor canica para el concurso. Todo lo establecido se respetaba y quien no cumplía era relegado socialmente de las próximas partidas. Este acuerdo social no escrito traía una dura sanción, de ser un incumplido te quedabas en casa y nadie te buscaba para jugar, perdías todas tus relaciones humanas y, con la cabeza gacha, tenías que pedir disculpas al grupo para volver a ingresar. Cuánto aprendimos así… a valorar la amistad, a aceptar las consecuencias de nuestros actos, a ser responsables y a respetar las reglas. Estoy consciente de que fuimos la última generación en disfrutar los juegos en la calle con los amigos de barrio. La inseguridad ciudadana nos sobrepasó y también lo hizo la tecnología. Algunos creen que encerrando a los hijos en la casa y dándoles videojuegos los protegerán para la vida que transcurre afuera. Mientras tanto, durante este tiempo las canicas se tornaron peligrosas, ya no son motivo de alegría y definitivamente nadie quiere encontrarse con una. Las fuerzas del orden accedieron a la represión con canicas y también lo hicieron quienes protestaron para reclamar sus derechos usandólas como balas, sin importar a quién herir. Ninguno de los bandos mide las consecuencias de sus actos. Las canicas no deberían ser armas, sino juguetes. Deberían volver a ser usadas para alegrar a los niños y en ningún caso para matarlos. No podemos hacer nada para volver atrás, pero sí aprender, mirar al futuro y recomenzar. Sanciones ejemplarizadoras como las que teníamos en el barrio deben ser aplicadas sin importar a quién afecten.

Queremos más niños jugando y disfrutando de su niñez en las calles que dando su vida para defender intereses particulares, políticos y mezquinos. Que hayan más canicas para jugar y menos balas para matar.