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Rerum Novarum

Rerum Novarum
Cuando Vincenzo Gioacchino Pecci murió tenía 93 años, había vivido de manera intensa. Tal vez por eso le gustaba tanto el Vin Mariani, una mezcla de vino de Burdeos y hojas de coca, al que él mismo le atribuía propiedades terapéuticas. Fue un hombre que dedicó completamente su vida a Dios. Fue obispo titular, Nuncio apostólico, Arzobispo, Cardenal Presbítero y Camarlengo de la Iglesia católica hasta que en 1878 fue elegido como sucesor de Pedro en un cónclave de apenas dos días y tres votaciones. Escogió el nombre de León XIII.

León XIII promovió una apertura para acercar la fe a la ciencia y fundó un centro astronómico, un instituto para el estudio de la filosofía y de la teología y realizó uno de los gestos más generosos al abrir los archivos del Vaticano para todos los que desearan estudiarlos, sin importar su credo religioso.

León XIII fue el primer Papa en ser filmado y también conoció al célebre Búfalo Bill. De hecho, algunos biógrafos aseguran que en su lecho de muerte, y tal vez influenciado por la bendición del Santo Padre, Bill pidió ser bautizado en la fe católica.

Pecci fue un prolífico redactor de encíclicas (¡figuran 86 en el sitio web del Vaticano!), pero probablemente la Rerum Novarum (de las cosas nuevas) sea la obra más conocida de este Santo Padre. ¿Por qué? Porque es el texto que da comienzo a la Doctrina Social de la Iglesia. Es una encíclica fundamental porque, primero, realiza definiciones muy precisas sobre el socialismo, el comunismo y el liberalismo, es un texto esclarecedor que puede ser utilizado para comprender, académicamente, estas corrientes de pensamiento.

Pero el aporte fundamental de esta encíclica es la reflexión que realiza sobre la situación laboral, económica y, más importante aún, espiritual de los obreros y los trabajadores en el mundo. León XIII analiza la naturaleza misma del hombre y la vincula con las responsabilidades y límites que debería tener el Estado, respecto de las libertades de los hombres: “Es tal la patria potestad, que no puede ser ni extinguida ni absorbida por el poder público, pues tiene idéntico y común principio con la vida misma de los hombres” (10).

Pero León XIII va más allá y analiza un fenómeno que a nosotros, como sociedad, nos atraviesa actualmente: “No se ha de pensar, sin embargo, que todos los desvelos de la Iglesia estén tan fijos en el cuidado de las almas, que se olvide de lo que atañe a la vida mortal y terrena. En relación con los proletarios, concretamente, quiere y se esfuerza en que salgan de su misérrimo estado y logren una mejor situación. Y a ello contribuye con su aportación, no pequeña, llamando y guiando a los hombres hacia la virtud” (22).

La encíclica continúa analizando el rol que deberían tener los gobernantes: “Así, pues, los que gobiernan deber cooperar, primeramente y en términos generales, con toda la fuerza de las leyes e instituciones, esto es, haciendo que de la ordenación y administración misma del Estado brote espontáneamente la prosperidad tanto de la sociedad como de los individuos, ya que este es el cometido de la política y el deber inexcusable de los gobernantes” (23).

La encíclica de León XIII cumplió, este mes 127 años y nos sigue llamando a revisar las acciones de nuestros gobernantes, a la mirada crítica de las bases ideológicas del estado: hoy más que nunca, necesario.