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Seamos realistas, pidamos lo imposible

Seamos realistas, pidamos lo imposible
En noviembre de 1967 los estudiantes de Nanterre, una universidad ubicada en las afueras de París -donde, por cierto, daban clases profesores como Alain Touraine o Paul Ricoer- protagonizaron una huelga para pedir una reforma en los procedimientos de los exámenes. Meses después, en marzo de 1968, volvieron a levantarse puesto que algunos de ellos habían sido detenidos por protestar contra la guerra de Vietnam. Tomaron, entonces, la universidad de La Sorbona y comenzó el famoso mayo francés.

El movimiento tomó fuerza gracias al apoyo de los obreros, sin embargo, la intervención del Estado con un aumento salarial y el pago de vacaciones terminó por desinflar lo que parecía ser una nueva revolución.

Como vemos, mayo del 68 no comenzó ni concluyó en mayo, sigue vigente, puesto que los cambios que propuso generaron una revolución cultural que todavía continúa.

Entre los muchos testimonios que ha dejado este episodio de la historia, se encuentran una buena cantidad de graffitis que contienen la ideología de la revuelta: “No es una revolución, majestad, es una mutación”, “La barricada cierra la calle, pero abre la vía”, “No quiero perder mi vida ganándomela”, “Prohibido prohibir”, “Olvídense de lo que han aprendido, comiencen por soñar”, “Las paredes tienen orejas, vuestras orejas tienen paredes”, “Corre camarada, el viejo mundo está detrás de ti”, “La imaginación al poder”, entre tantos otros.

Uno de los graffitis que más me llamó la atención, y sobre el que quiero reflexionar en estas líneas es: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.

Al parecer esta frase contrapone la realidad a la utopía, el mundo adultocéntrico al mundo joven. Es un eslogan que manifiesta el cansancio de los jóvenes con el estado de las cosas. Es una frase que bien podría expresarse hoy en día desde el mundo juvenil.

¿Qué era aquello de la realidad que los jóvenes querían cambiar? En palabras del filósofo Herbert Marcuse, “todo un orden social, donde la prosperidad y la cohesión tiene por fundamento la incentivación de la explotación, la competencia brutal y una moral hipócrita.”

Una realidad caracterizada por ser funcional a un sistema, lo que la hacía incapaz de soñar, de aspirar a algo nuevo, de buscar alternativas. Un mundo competitivo, donde el otro es mi rival, al que tengo que ganar o eliminar.

¿Los jóvenes de hoy en día seguirán teniendo sueños? ¿Aspirarán aún a las utopías? ¿Lucharán con realismo por los imposibles? Si no fuera así, estamos perdidos. ¿Quiénes si no ellos para ayudarnos a despertar del letargo de una realidad violenta, autoritaria, competitiva, explotadora e hipócrita?

Por eso, mayo todavía no ha concluido, hay mucho por hacer. Hablemos con los jóvenes sobre la primavera francesa y escuchemos cómo nos hicieron escuchar nuestros padres, la música de los sesenta, en particular esta canción tan emblemática de Isamel Serrano que comienza diciendo: “Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito / de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo, / y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana, / y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.”