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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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YOEL FINOL, BRONCE EN RÍO 2016

“Soy un espejo”

EL CACIQUITO, PUGILISTA venezolano, SERÁ EL ABANDERADO DE SU PAÍS EN COCHA 2018. PELEA EN HOMENAJE A SU HERMANA ASESINADA JENNIFER CAROLINA Y QUIERE SER REFERENTe.
“Soy un espejo”



Para Yoel Finol, el Caciquito, nunca nada fue fácil. Ese muchacho de 21 años, que ahora está en Cochabamba y que “engaña” con su ropa casual, es el mismo que se colgó la medalla de bronce (categoría 56 kilos, peso Gallo) en los Juegos Olímpicos Río 2016 y puso un “hasta aquí” a los 32 años en los que Venezuela experimentaba sequía olímpica.

Nada fue sencillo porque, para ser quien es, necesitó dejar atrás la tragedia familiar que vivió en 2010, cuando su hermana Jennifer Carolina y su esposo, Edwin el Inca Valero, murieron de forma traumática: el boxeador fallecido, doble campeón mundial y “maestro” de Yoel, asesinó a su mujer en un hotel. Dos días después, cuando se hallaba en una celda tras confesar el crímen, decidió quitarse la vida. En aquel entonces, el ahora medallista olímpico tenía solo 14 años. Le dolió más el suceso porque aquel hombre que había marcado su historia era como su “padre”, el que lo había insertado en el mundillo del box.

Yoel ahora tiene 21. Se entregó a Dios y aprendió a perdonar. No hay rencor. Solo peleas que van con dedicatoria: Jennifer y el Inca.

Él se refiere al hecho como “cosas que pasan”. No da mayores detalles, pero los medios de comunicación de Colombia y otros países dan cuenta de lo acontecido.

“Mi tío Evelio también fue boxeador. Mi cuñado, igual. Él falleció, lo digo de esa forma. Fue pugilista profesional, con récord a nivel mundial y 27 nocauts. Nadie lo superó”, relata a EL LÍDER.

De pequeño, el atleta, que recibe un salario por parte del Gobierno de su país y comparte una residencia con el resto de los integrantes de la selección venezolana de boxeo, siempre le gustó el deporte. Practicaba atletismo y jugaba al fútbol. De hecho, corría alrededor de cinco kilómetros por día.

Creció en el estado de Mérida, conocida como una de las ciudades más bellas de Venezuela. Y se autodenomina como un chico de “barrio” que fue “salvado” por el deporte.

“Hay mucha mala vida en la calle. Hacer deporte es lo más bonito que existe. Les digo a esos niños que se motiven y que cumplan sus sueños porque es posible”.

Tiene una responsabilidad social grande. Cada vez que se sube al ring, los focos van en su dirección.

Es un campeón con todas las letras y sabe que su imagen es recibida por adolescentes y pequeños que quieren ser como él. Es consciente de que provoca admiración porque su estilo es distinto. Su imagen genera un reflejo.

“Hoy en día, le tocó a Yoel Finol hacer historia. En mi país y a nivel mundial ya soy un espejo para los niños que van subiendo”.

En 2014 se sumó al seleccionado de manera oficial. Apenas tenía 17 años. Y si bien su emoción fue mayúscula por ser parte del equipo élite, la edad no le alcanzaba para participar en los Centramericanos de esa temporada. Ello le caló en el fondo, pero en 2015 se quitó la espina. Cumplió los 18 y, de ahí en más, no hubo quién pudiera ponerle un freno a su carrera.

“Fui a los Panamericanos, donde en 49 kilos obtuve bronce. Estuvimos en la Liga Mundial de Caciques. En 2016 se dio la dicha de clasificar a los Olímpicos. Gracias a Dios entramos y fuimos a Río 2016, cita en la que logré el tercer lugar”.

HUMILDAD  

COMO BANDERA

Es cierto. Yoel llegó a Cochabamba con la medalla de bronce olímpica bajo el brazo. Sin embargo, su temple no ha cambiado. Su humildad habla por él cuando refiere que todos los oponentes son iguales. No desmerece al adversario, mucho menos a los locales.

“No hay rival pequeño y cualquier cosa puede pasar arriba del cuadrilátero”, describe el venezolano, que fue criado por su madre Mary Sorani y su abuelo, a quien le decía “papá”.