Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 12:31

Fake news, la guerra por otros medios

Fake news, la guerra por otros medios
Este domingo la Iglesia católica celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El papa Francisco ha elegido un lema sacado del evangelio de San Juan, "la verdad os hará libres", al que ha añadido "Fake news y periodismo de paz". Un pórtico adecuado para estas líneas sobre la intoxicación informativa y la difusión de noticias falsas, que es un asunto, tan viejo como el periodismo, que hoy alcanza especial relevancia por efecto de las redes sociales y la facilidad de difusión por internet.

Las noticias falsas que más llaman la atención son las que se fabrican y se hacen correr para condicionar el escenario estratégico u obtener ventaja frente a adversarios o enemigos, pero vuelan también otras que pretenden alterar el precio de las acciones en los mercados de valores, hundir bancos, perjudicar la carrera política o profesional de personas concretas, incentivar el consumo de una marca o, lo contrario, vendettas y líos amorosos.

Es saludable que grandes empresas e instituciones reaccionen para tratar de cortocircuitar el flujo, pero como no hay un sistema fiable que certifique la denominación de origen, solo el periodismo de calidad, que cita las fuentes y contrasta las noticias, ofrece hoy garantía de autenticidad. Desconfíe si una noticia supuestamente importante no se publica en los medios informativos habitualmente solventes.

Los informadores sufren en carne propia las limitaciones y la falta de garantías para hacer su trabajo, que realizan a veces incluso con riesgo para su vida (en los últimos 15 años fueron asesinados 1.035 periodistas, según Reporteros Sin Fronteras), pero la creación y difusión de noticias falsas no es un asunto gremial, una especie de enfermedad profesional o gajes del oficio que afecten y deban preocupar solo a los periodistas, sino algo que lesiona al conjunto de la sociedad y pone en riesgo la democracia porque los titulares del derecho a la información, que es lo que se atropella cuando se difunden noticias falsas, son los ciudadanos.

Encontrar a los responsables de estas prácticas es a veces imposible, y otras sorprendentemente fácil. El FBI dice que Rusia tiene una organización especializada en la producción y difusión de noticias falsas y los expertos no lo ponen en duda, pero, en mérito a la verdad, hay que reconocer que la industria de la mentira no es un negocio exclusivo de los agentes de Vladimir Putin.

El prestigioso The Washington Post asegura, por ejemplo, que, desde que llegó a la Casa Blanca, Donald Trump emite 6.5 mentiras por día. Una de las últimas y sonada, la madre de todas las fake news, es que él sabe que Irán incumple el acuerdo sobre armas nucleares.

No hace falta acudir al FBI para descubrir la traza que deja la industria rusa del ramo. Es casi transparente y hasta parece que algunos dirigentes alardean de sus capacidades para infundir temor.