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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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LÁPIZ Y ALMA

Cuidar y preservar la vida

Cuidar y preservar la vida
A consecuencia de haber pasado hace unos meses por una farmacia de la ciudad, a comprar un medicamento para aliviar una dolencia de un ser querido, y en circunstancias de esperar mi turno para ser atendido, me percaté que existía una máquina tragamonedas que reportaba el peso en función a la estatura. Al ver el resultado que arrojó dicho equipo, grande fue mi sorpresa por el peso inadecuado que contaba en ese momento, aunque físicamente no reflejaba eso.

Ante esta situación preocupante, tomé conciencia del valor que tiene mi vida y decidí subir al Cristo de la Concordia por las gradas que cuenta esta majestuosa imagen, la más grande del mundo. Sin duda, mucha gente de todas las nacionalidades visita el lugar para conocer el Cristo que nos protege día a día a los cochabambinos, pero muchos de nosotros, que vivimos en esta hermosa tierra, no le damos la importancia que merece esta obra de arte.

El Cristo de la Concordia fue construido por los hermanos Wálter y César Terrazas, y se le puso el nombre de Concordia, porque hace alusión al carácter integrador, geográfico, político y social del departamento de Cochabamba, con relación a las ciudades de Bolivia. Es una colosal estatua que desde 1987 forma parte del atractivo turístico de la ciudad, con más de 40 metros de altura, más el pedestal y 1.399 peldaños. Me atrevo a decir que de las 1.399 gradas para llegar a los pies del Cristo de la Concordia, el 20 por ciento se encuentra en mal estado, demostrando, de esa manera, una falta total de cuidado y mantenimiento de las mismas, poniendo en riesgo la integridad física de todas las personas que suben o bajan por las gradas, toda vez que le faltan pedazos a muchas y otras se encuentran totalmente rajadas.

En mi afán de cuidar y preservar el bien más preciado (la vida), me animé a dar el primer paso y subir las gradas del Cristo, como medida preventiva de salud. Nuestro cuerpo también necesita especial atención a la hora de alimentarse, ejercitarse, de descansar y de vivir en contacto más tiempo con la naturaleza.

En todo el trayecto, hasta llegar al Cristo, hay también plantines de diferentes tamaños y especies, como molles que se encuentran secándose por falta de agua, debido a que el tiempo de lluvia pasó y se viene el crudo invierno. Si a esos plantines no se los riega, seguramente correrán la misma suerte, ya que si pienso en mi salud, por qué no pensar en esas plantitas que pueden perecer por falta del líquido elemento.

Es de conocimiento público lo que ocurrió en Tiquipaya, hace tres meses, cuando la mazamorra enterró casas y movilidades, y se registraron muertes de personas y animalitos por la abusiva deforestación, una de las causas principales que originó el desastre y hasta la fecha no se superó la tragedia. Todos sabemos que un árbol cuenta con raíces profundas y no permite el deslizamiento de tierra, por lo que demando a las personas de buen corazón que suben al Cristo por las gradas, llevar una botella de agua para dar vida a esos plantines, que en algún momento serán de vital importancia tanto para brindarnos sombra como para sostener la tierra. En ningún momento quisiéramos que ocurra lo que sucedió en Tiquipaya con el Cerro San Pedro.

Para finalizar, retomaré mis palabras que utilicé en el último párrafo de mi columna “Tiquipaya, golpeada por la naturaleza”, que decía literal: “...un árbol menos, puede significar una vida menos”.