Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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TEXTUAL

Fin Etarra

Durante más de tres años los españoles se enfrentaron entre hermanos, republicanos y nacionalistas, siendo capaces de historias heroicas y canalladas por doquier. El fascismo y el comunismo internacional encontró en tierras ibéricas el laboratorio perfecto para sus propios intereses. Concluida la guerra, no advino la paz, sino la dictadura de Francisco Franco con una falsa prédica de unión y concordia; en nombre de Dios y la reserva moral de occidente se atiborraban las cárceles, los paredones se convirtieron en patrimonio arquitectónico y el pueblo en su conjunto fue sumido a la miseria.

Los derechos fundamentales se proscribieron, invocarlos era subversivo, la libertad de pensamiento, identidad y hasta de idioma dejaron de existir. Catalán, Vasco y otras lenguas propias se soterraron, mientras otras manifestaciones culturales pretendieron ser subsumidas en una sola identidad ilusoria: “España ¡Una, Grande y Libre!”.

Siendo la cultura simiente y raíz de los pueblos, tarde o temprano renace y reflorece. Así lo comprendieron, en 1952, los componentes de una asociación libertaria nacional vasca, dando origen a un grupo reivindicativo de sus valores, pretendiendo la legalización de su idioma, el etnicismo y la independencia de los territorios que hacían parte de la nación vasca. Se trataba de una lucha ideológica, un ideario democrático de reconocimiento de derechos y una exigencia de participación política que reconozca la pluralidad.

La dictadura del caudillo vio en tales posicionamientos traición a la patria y comenzó una persecución contra líderes de la organización, y aun contra quienes individualmente se identificaban con su propia tradición y costumbres.

Se atiborraron las cárceles, las torturas menudearon y la justicia sometida y servil comenzó con sus fallos y sentencias de muerte. Todo ello radicalizó al grupo Etarra, convirtiéndose en un grupo revolucionario y faccioso que no tardó en usar la violencia extrema y el terrorismo como método de lucha. En 1973, mediante una operación comando, espectacular y osado, asesinó al prominente político y jefe de Gobierno franquista Luis Carrero Blanco; mas luego, sus víctimas fueron simples ciudadanos, indefensos policías, comensales de un café o funcionarios que ejercían una actividad pública. Los secuestros y chantajes fueron la moneda corriente.

Los grupos de la izquierda internacional volcaron su apoyo, alentaron y promocionaron las acciones criminales de estos terroristas, con el argumento de liberación nacional, mientras que el pueblo español, en su inmensa mayoría se mostraba militante del proceso democrático y Estado de Derecho. Las manifestaciones populares masivas, y cada vez más frecuentes, condenando las delictivas conductas y exigiendo justicia y paz, lograron el ansiado anhelo. Después de más de 50 años de existencia, reconociendo su absoluto y total fracaso, el grupo terrorista anunció su disolución como organización, sin dejar la menor huella de haber alcanzado ninguno de sus postulados, pero tampoco, siquiera, pedir perdón por haber causado casi un millar de víctimas. El presidente Rajoy, a momento de comentar la disolución del grupo, expresó que con ese actuar no desaparecieron sus crímenes ni la acción de la justicia para perseguirlos y castigarlos, agregando: "Nadie se llame a engaño porque la única política antiterrorista de futuro será aplicar la ley, que para eso está".