Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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PEZ ESPADA

La corrupción no se destruye

La corrupción no se destruye
Lavoisier, en su famosa Ley de la Conservación de la Energía, afirmaba que la energía no puede crearse ni destruirse, solo que cambia de una forma a otra, pero en su conjunto permanece estable; es decir, se transforma. Haciendo una analogía y análisis de la condición humana, podríamos decir que la corrupción tampoco se destruye, sino que se transforma. El momento en que el ser humano le puso precio a las cosas, estas adquirieron un valor monetario por sobre su valor intrínseco, su valor de uso o de aprovechamiento.

El dinero cambió la forma en que miramos las cosas y trascendió. Si todo se puede comprar, también nuestros valores y conciencia. Porque no es que los valores se pierden, sino que algunos se superponen y jerarquizan sobre otros.

Un profesor de la universidad dijo una vez que la corrupción es un aspecto transversal, ocurre en todas partes del mundo, solo que en algunos países la gente se vende por más dinero que en otros, no tiene bandera, sexo, edad o condición. A pesar de los enormes esfuerzos por evitarla, a mayor acumulación de dinero o de “progreso” mayores oportunidades de corrupción. No extraña que los controles sean cada vez más rigurosos, pero la “astucia” para evadirlos (que muchos aplauden) parece ser más rápida.

Hay muchas formas de corromperse a menor o mayor escala, ya sea congraciándose con un maestro para aprobar una nota en el colegio o la universidad; consiguiendo una fuente de trabajo porque el papá es amigo del contratante u ofreciendo dinero a un policía cuando te detienen cometiendo una infracción.

Así también hay otras maneras de venderse. A saber, existen personas, por ejemplo, que cambian de ideología como de calzoncillo. Hoy son del partido amarillo, mañana del verde. Groucho Marx diría irónicamente: “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. Algunos le mienten repetitivamente a su pareja mientras están con otra. La infidelidad es una forma de prostituir el corazón. Otros ofician de mercaderes de la fe ofreciendo espacios en el cielo con tal de construir grandes templos para su ego personal.

Entonces, ¿cómo acabamos con la corrupción? Ciertamente construir más cárceles no es la solución. Es inculcando en la mente humana la desvalorización de las cosas. Darle a lo material su justa medida. Dejemos de monetizar todo… el tiempo con la familia, la salida con la novia, la diversión con los hijos. El dinero es, de entre las cosas importantes, lo menos importante. Lo intangible, lo que aún no hemos aprendido a medir es, ciertamente, lo que más valor tiene.