Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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PARALAJES

El tema del racismo es equívoco y peligroso

El tema del racismo es equívoco y peligroso
En la introducción a su célebre obra “El segundo sexo”, Simone De Beauvoir expresaba su fastidio ante la necesidad de tener que abordar el tema. Es decir, ella se sentía compelida, casi a regañadientes, a escribir sobre la situación de las mujeres de su tiempo, situación que podría resumirse con un término: “subalternidad”. La clave de una de las razones de este fastidio la podemos hallar en sus “Memorias de una joven formal”. Allí se ve claramente que la influyente autora feminista nunca tuvo que lidiar de manera personal o directa con situaciones de opresión o menoscabo.

Pero otra razón, para nosotros de mayor importancia, de la reticencia inicial de Simone De Beauvoir a abordar ciertos temas es que ella no era muy indulgente con quienes se regodeaban en la victimidad y la opresión. La victimización no es agradable ni recomendable, pero es bien sabido que conlleva “beneficios secundarios”, lo cual explica algunas de las dificultades para resolver ciertos problemas sociales a través de superar las dicotomías de opresor vs. oprimido, o privilegiado vs. desfavorecido. No se trata de desconocer o justificar situaciones de opresión e injusticia, pero de reconocer que estos temas están, con demasiada frecuencia, sujetos a equívocos. En un contexto pasional y polarizado, la racionalidad crítica y la ecuanimidad parecen estar fuera de lugar. La virtualidad, el universo de los social media (con algún grado de equívoco, denominadas “redes sociales”) no ha hecho más que exacerbar la proclividad humana al tribalismo político y el enquistamiento en posturas rígidas e intransigentes.

En Bolivia, uno de estos temas sensibles, y “de moda”, es el del racismo—una de las taras coloniales que aún no podemos superar. Pero al mismo tiempo, los discursos que circulan en torno al racismo ayudan muy poco a la comprensión del fenómeno y a una genuina superación. Es importante entender, sin llegar a idealizaciones excesivas del pasado, que el modelo colonial hispano fue sustancialmente menos racista que el ejercido por otras potencias europeas. Acá se establecieron sociedades de castas vinculadas a la etnicidad, pero donde lo central era la casta y no la “raza”. Debido a esto, en la práctica hubo una mucho mayor flexibilidad social de lo que, usualmente, podría esperarse en una sociedad de castas. Es bastante más complejo, y equívoco, comprender cabalmente el racismo en sociedades que en gran medida están constituidas por la hibridación y el mestizaje.

Por esta razón, se dice que en Latinoamérica el problema fundamental es el clasismo, la desigualdad socioeconómica, más que el racismo. En contraste, en la América anglosajona el tema del racismo tiene más trayectoria y por ello se habla del mismo con mayor propiedad y soltura. Es cierto que en el discurso latinoamericano el tema de clase puede haber encubierto el tema de raza, así como en el discurso norteamericano habría ocurrido a la inversa. Los estadounidenses normalmente no se perciben como una sociedad de clases y, si reconocen injusticias, las vinculan a las dificultades en el relacionamiento racial. Por tanto no hay un único racismo. Es más útil hablar de “racismos”. Aunque en Bolivia, el problema es más álgido que en los países vecinos, creo que poner más acento en el tema racial que en el de clase puede ser desaconsejable, enturbiar las cosas y generar más odio que soluciones.