Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 11:46

INNOVACIÓN Y FINANZAS

Innovación tecnológica y convivencia familiar

Innovación tecnológica y convivencia familiar
Santiago Bilinkis, en su libro Pasaje al Futuro nos habla de la siguiente paradoja: “llevamos en nuestro bolsillo o cartera una prodigiosa computadora, conectada de manera permanente e inalámbrica a una red que une a billones de dispositivos equivalentes, y nos permite acceder a un volumen de información prácticamente ilimitado. Y sin embargo, la mayoría usamos semejante herramienta para mirar videos de gatos tocando piano en youtube, o enviar mensajitos de texto que dicen llegaré media hora tarde por el tránsito”.

Este creciente uso del celular se ve amplificado por esa falsa sensación de que nos falta tiempo, y porque las empresas nos están incorporando en el celular una serie de facilidades como las transacciones bancarias, las ofertas de tiendas, hacer consultas médicas, controlar tu lavarropas, el televisor, el refrigerador, etc, a través del internet de las cosas. Así, el celular se convierte hoy en una parte más de nuestra humanidad, y algunos futuristas creen que desaparecerán los celulares, pero a cambio tendremos todas esas facilidades a través de chips en el cuerpo.

Mientras la innovación tecnológica siga avanzando de una manera tan acelerada e invasiva es vital pensar qué sucederá con nuestra convivencia familiar, analizar lo positivo, pero al mismo tiempo cómo nos está afectando en la comunicación y relaciones. Al parecer tenemos un enemigo, el celular, que llegó para quedarse. El uso desmedido nos está afectando porque los usuarios no podemos estar desconectados por temor a la desinformación y queremos saber todo lo que está sucediendo en línea, aunque se nos esté cayendo el hijo de la cama. Queremos permanecer conectados a las redes sociales para estar más comunicados, o cerca de amigos, que se encuentran en otra ciudad o país, pero la ironía es que, muchas veces, tenemos cerca a un familiar que está siendo ignorado.

El extremo es que ya existe una enfermedad llamada Nomofobia (viene de la palabra No- mobile-phone phobia), que es la fobia a la ausencia del teléfono móvil. Estas personas tienen terror de estar alejadas de su celular o de perderlo hasta el grado de sentirse perdidos o desorientados, presentan sensación de ansiedad, taquicardias, dolores de cabeza, de estómago y son obsesivas. Por eso, recientemente han aparecido centros para tratar a los adictos a las tecnologías, como la clínica “détox”, en Brasil, donde tienen tratamientos individuales y en grupo para aprender a vivir armónicamente con las tecnologías. Pero, además, un reciente estudio de optometristas prevé que en 2020 el 33 por ciento de adolescentes tendrá miopía por la inadecuada utilización de estos aparatos. Por eso se aconseja controlar el tiempo que los niños pasan delante de estos aparatos electrónicos. Por todo esto, en Francia han prohibido a estudiantes el uso de celulares en las escuelas para evitar que se desconcentren. El uso irresponsable del celular está causando, además, accidentes vehiculares de tránsito y por el abuso de este aparato, en horarios laborales, las empresas han empezado a normar su uso cuando el empleado está en el trabajo, permitiéndoles solo para emergencias o uso delimitado en las horas de descanso o comidas.

Al finalizar este artículo me acordé de algunas recomendaciones que nos hace mi padre al respecto. Él, con toda autoridad y razón, ha prohibido el uso del celular en la mesa durante las comidas o cuando hay una reunión familiar. Él dice que “es una falta de respeto a los demás porque interrumpe momentos de intimidad familiar, evita expresiones de cariño y afecta el diálogo que fortalece los lazos familiares”.

Saramago nos desafía a una “insurrección ética” porque considera al celular “un arma diseñada para quitarnos la esperanza y el cambio, para que aceptemos eso como una fatalidad, una consecuencia lógica y natural de la historia”.