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DESDE AFUERA

Horrendo pero rico

Horrendo pero rico
Para ser una estrella del porno, Stormy Daniels sabe mucho de derecho. Entre el 2006 y el 2007, Stormy –pelambrera rubia, mirada pícara y pechos como pelotas de básquetbol– habría hecho las delicias de Donald Trump durante varios candentes encuentros privados. Diez años después, durante la campaña de Trump para la presidencia de Estados Unidos, el abogado del líder republicano le pagó a la actriz 130.000 dólares para que guardase silencio sobre ese episodio, que podía perjudicar al Mandatario.

Ahora, Stormy ha pedido a un juez que considere nulo el acuerdo y le permita contar su picante pasado. Y está causando un terremoto. Lo que Donald Trump haga con su entrepierna le da igual a todo el mundo (excepto quizá a su esposa, que ya lo era por entonces). Pero si la actriz dice la verdad, entonces él ha mentido. Y la mentira –como supo Bill Clinton en los años noventa y como PPK aún no comprende– es razón de más para defenestrar a un presidente. Por ridículo que suene, una estrella del porno está poniendo en jaque la gobernabilidad de la primera potencia mundial.

El pasado fin de semana la Casa Blanca anunció que Trump asistiría a Lima para la Cumbre de las Américas en abril. Pero en Estados Unidos, donde me encuentro por razones de trabajo, ningún medio importante se hizo eco del anuncio. Para la prensa de este país, la principal noticia era el escándalo Stormy.

La “principal” no quiere decir la “única” noticia. Ni siquiera la más extravagante tratándose del rey del reality show. En esos mismos días, el presidente Trump se declaró dispuesto a sostener un encuentro con el dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un. Sí, el mismo al que antes había llamado “enano gordo”. Ahora quiere ser su amigo.

Uno pensaría que ese encuentro es mejor que una guerra nuclear. Pero la sola idea ha hecho saltar a los aliados asiáticos de Estados Unidos. Corea del Sur y Japón llevan años recibiendo amenazas de bombardeo atómico por parte de Kim y se han mantenido leales al gigante americano. La declaración de Trump es una puñalada por la espalda, por si fuera poco, acompañada por la intención de subirles los aranceles al acero y al aluminio. De un plumazo, Trump ha premiado al gobernante totalitario y sociópata armado con arsenal nuclear, mientras castiga a las democracias amigas de Occidente.

Pero es que, ¿a quién le importa la democracia? Desde luego, no a nuestro invitado a la Cumbre de la Américas. En poco más de un año de gobierno, Trump se las ha arreglado para generar conflictos de intereses entre sus empresas y el Gobierno... En suma, ha creado el caldo de cultivo perfecto para la corrupción. Ni Hugo Chávez consiguió tanto en tan poco tiempo.

Resulta muy interesante recordar en esta coyuntura las razones por las que el Gobierno Peruano retiró la invitación a la cumbre a Nicolás Maduro. Según la canciller Cayetana Aljovín, Maduro no está suficientemente comprometido con “la gobernabilidad, la democracia y la lucha anticorrupción”.

Soy el primero en creer que Maduro es impresentable y su gobierno, dictatorial. Pero con los argumentos de la Canciller, se le debería retirar la invitación también a Donald Trump. Maduro es una amenaza para su país. Trump lo es para el mundo.

Comprendo que Estados Unidos es un actor global demasiado importante para rechazarlo. Pero entonces, a Maduro no le retira la invitación por ser horrendo, sino solo por ser un horrendo demasiado pobre.

Tomado de elcomercio.pe