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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

El pensamiento griego

El pensamiento griego
Desde su origen, la ciencia se ocupó de ubicar a la mujer en un lugar diferenciado e inferior al del hombre, el que consistía en señalar diferencias biológicas jerarquizándolas como inferiores a las características masculinas para justificar su estatus social. La filosofía también implantó que la mujer es un ser biológicamente imperfecto gobernado por sus pasiones, más instintiva que humana, que no tiene racionalidad para ser un sujeto ético.

La cultura occidental, que aún tiene influencia en nuestras sociedades, vio la luz en Grecia, cinco siglos antes de Cristo. En ese momento floreciente de la humanidad confluyeron la ciencia, la filosofía, el arte, la política. Los hombres aspiraban a conocer el universo con una herramienta poderosa que los diferenciaba del resto de la naturaleza: la razón. De esta maravillosa experiencia quedaban excluidas las mujeres, pues sus tareas eran incompatibles con los fines del conocimiento. Ellas atendían el ámbito doméstico recluidas en el gineceo donde realizaban labores de mujeres, además la filosofía justificaba el analfabetismo en ellas.

En el Timeo, escrito por Platón, se justifica la creación de seres vivientes distintos al hombre. En el origen, el demiurgo crea un ser humano, pero aquellos que vivieron mal, en su segundo nacimiento son mujeres: la mujer es un hombre castigado. Y hasta el deseo sexual es considerado un premio consuelo para el hombre caído, desde entonces los dioses formaron la conjunción carnal, destinada a la propagación de la especie. Por debajo de la mujer, se encuentran los animales, en los que el hombre se reencarna si se porta todavía peor.

El filósofo Aristóteles también se ocupa del problema del origen de la vida. Subraya la importancia del útero para la definición de la feminidad: un animal no es masculino o femenino por su cuerpo, sino por cierta función de un órgano, en la mujer el útero, en el hombre los testículos y el órgano genital. Sobre este destino anatómico, se funda un destino social. Aristóteles sostenía que hay un orden jerárquico que es natural: el macho superior a la hembra, el amo al esclavo, el adulto al niño. Como es natural que lo superior domine a lo inferior, de esa naturaleza se desprende una relación política: la superior gobierna y el otro es gobernado. Los esclavos por no tener facultades deliberativas, las mujeres porque en ellas predominan las emociones, los niños porque aún no poseen una razón madura, deben obedecer al único ser con racionalidad plena: el hombre libre adulto. Como vemos, para Aristóteles solo el hombre es un ser racional.

En ese contexto, los griegos antiguos vivían la homoafectividad: el hombre se amaba a sí mismo, amaba a su semejante. No obstante, el sexo entre hombres libres era problemático porque tenían el mismo estatus. Lo particular en las relaciones sexuales de los griegos libres radicaba en tomar el papel activo, contra el papel pasivo que era para los inferiores como los esclavos o los hombres jóvenes que aún no eran ciudadanos. El ideal para una relación entre hombres es que uno fuera mayor (el erastés) en su veintena o treintena, y un adolescente (el erómeno). En esta relación el erastés tenía que demostrar con regalos, un interés más noble que el exclusivamente sexual: el amor.