Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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UN POCO DE SAL

Si la sal se vuelve insípida…

Si la sal se vuelve insípida…
“Ustedes son sal, pero si esta se vuelve insípida, solo sirve para botarla y que la pise la gente” (Mateo 5.13). Esta sentencia del Sermón del Monte, dirigida en aquel entonces a sus oyentes, los pobres que le seguían, hoy va también para los seguidores que pretenden usufructuar para sí el misterio de Dios.

Mientras la religión cristiana insista en la superioridad de su fundador sobre los demás fundadores, no habrá diálogo entre las religiones. Y si no hay entendimiento entre las religiones tampoco lo habrá entre las naciones. La Iglesia defensora de dogmas cristalizados y casi fosilizados a través de los tiempos, muchas veces perdió su sabor aliándose con los poderes de este mundo, y se convirtió de perseguida en perseguidora.

El Dios que nos da a conocer Jesús es un Dios sin alardes de Dios, oculto como lo estuvo en Jesús y también lo está en nosotros. Misterio amoroso, fundamento de nuestro ser y del universo. Jesús lo manifestó a la perfección. Por ello, para los cristianos es el prototipo de hombre y de mujer (no solo del hombre, como se piensa al negar el sacerdocio a las mujeres) y se identifica con el ser humano, sobre todo con los más pequeños e indefensos.

Se nos ha robado a ese Jesús humano que tuvo un impacto en los que lo conocieron y en quienes descubrieron en él ese Misterio que llevaba dentro, que muchos llamamos Dios. Luego se lo fue deshumanizando y divinizando cada vez más y alejándolo así de nuestra experiencia. Se lo vio, dicen, subir al cielo y se lo sentó allí a la diestra de Dios Padre, cuando él –para reafirmar su solidaridad con la humanidad- decía que lo que hicieran a cualquiera de sus hermanos o hermanas se lo harían a él.

Este Jesús más humano y cercano, y ese Dios que él nos mostró (y que de alguna manera sigue encarnado en nosotros y en el universo) quizás hubiera impedido en la cultura cristiana muchas injusticias y desprecios hacia los demás, los diferentes, las mujeres, los más humildes; quizás hubiera habido menos guerras en nombre de Dios, menos esclavitudes, genocidios, hogueras, holocaustos, atentados…

Y hoy quizás habría políticos con menos angurria de riqueza, de fama y de poder, y más políticos verdaderamente servidores de su pueblo, sobre todo, de los más débiles y marginados.