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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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DE FRENTE

Tragedia anunciada

Tragedia anunciada
Decenas de familias lloran en Tiquipaya la pérdida de vidas y bienes a causa de la mazamorra, una verdadera tragedia no vista antes en Cochabamba, pero que era previsible. El riesgo siempre estuvo presente, la existencia de torrenteras que en cuanto aumenta el caudal de agua toman fuerza y arrastran todo a su paso, es una realidad.

Los riesgos que suponen las torrenteras para la ciudad de Cochabamba fueron estudiados por la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) en tiempos en que esta se dedicaba a la investigación, y junto a la cooperación Suiza emprendieron ambiciosos proyectos con el fin de encarar el peligro con soluciones respetuosas de la naturaleza como la forestación del parque Tunari a la par de la construcción de importantes obras civiles a lo largo del curso de las torrenteras hasta lograr que desde la inundación que cubrió de lodo la zona de Sarco en 1980, no se vuelva a producir otro.

Las autoridades de la época, con buen criterio y recogiendo sugerencias de entendidos en la materia, declararon como el límite para las urbanizaciones la cota 2.700. Así se evitaría que, además de afectar los lugares de recarga de acuíferos, se remueva el suelo y se fragilicen las torrenteras.

Sin embargo, a lo largo de estos años, la falta de planificación urbana, de principio de autoridad y por la demagogia y corrupción de caudillos ávidos de acumular poder político, se fueron resquebrajando las normas. Todos los “pobrecitos” pasaron por encima de los límites legalmente impuestos al crecimiento urbano, lo que no lograron por derecho, lo tomaron de hecho; construyeron palacetes y cubrieron de pavimento justamente las rutas por donde bajaban las aguas filtrándose poco a poco hasta llegar ya sin fuerza por las acequias a las partes bajas.

Las torrenteras fueron convertidas en inmensos basurales, sin que autoridad alguna se pase la molestia de limpiarlas y sancionar severamente a invasores/as del bien público. Loteadores inescrupulosos provocan incendios en el parque Tunari que, además de ser pulmón de la ciudad, es un muro de contención del deslave de montañas de suelo frágil como las que nos rodean.

Hoy lloramos la desgracia junto a quienes tuvieron que soportar la furia de la naturaleza por vivir en las partes bajas, las autoridades se sacan fotos, sobrevuelan en sus aviones y helicópteros. Lloramos, como alguien diría, sobre leche derramada, incapaces de reconocer que esta es una tragedia anunciada. Nadie asume su responsabilidad, mucho menos aquellos que prevalidos de poder y prepotencia construyeron donde no debían poniendo en riesgo a toda la ciudad.