Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 20:43

OIKOS

¿Por qué tengo razón con respecto a Alalay?

¿Por qué tengo razón con respecto a Alalay?
Desde el deceso de miles de peces y aves el 10 de marzo de 2016, las investigaciones mostraron consistentemente que el problema principal a ser resuelto en la laguna Alalay es la presencia de cianobacterias, productoras de sustancias tóxicas denominadas cianotoxinas. Después de la identificación de las especies por microscopía, en abril de ese año emití un informe al alcalde (José María) Leyes, que luego repartí entre otras instancias de la Alcaldía y el Crempla (Comité de Recuperación, Mejoramiento y Preservación de la Laguna Alalay).

Los reportes veterinarios dieron cuenta del deterioro causado por las toxinas en hígados de peces y aves. En julio del mismo año se dio un segundo pico de mortalidad. Esta vez les tocó a las carpas, que también presentaron hígados destruidos y agallas colmatadas de cianobacterias. Mientras tanto, la Alcaldía se daba al show mediático y la UMSS (Universidad Mayor de San Simón) desarrollaba una serie de estudios inapropiados para la solución de este tema ambiental y de salud pública.

En 2017, después de neutralizar políticamente el funcionamiento del Crempla, la Alcaldía comenzó varias actividades que iban contra la ley y toda lógica. Hasta hoy, ninguno de los trabajos se ha traducido en resultados palpables. Las cianobacterias continúan dominando el espejo de agua, aun después del ingreso de grandes caudales en esta última época de lluvias, y son una amenaza constante para la ciudadanía.

En agosto de 2017 entregué a la Gobernación y difundí por medios de comunicación los resultados de un estudio genético realizado en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid (España), en el que mostraba que la columna de agua contiene al menos 500 especies diferentes de bacterias y algas; un panorama lejano de aquel políticamente construido por la Alcaldía que mostraba a la laguna como “biológicamente muerta”. Los estudios confirmaron la identidad de las cianobacterias y su toxicidad, pero también identificaron tres especies tóxicas adicionales, dos hepatotóxicas y una neurotóxica.

Ya en 2016, hipoteticé que las cianotoxinas viajan por aire afectando a la población circundante y que los síntomas graves en niños y adultos, registrados principalmente de octubre a diciembre de ese año, se debieron al efecto combinado de toxinas, metano y sulfuro de hidrógeno emanados desde la laguna. Mi idea de la formación de aerosoles tóxicos (partículas líquidas y sólidas suspendidas en el aire) se fundamentó en múltiples estudios realizados desde el siglo XIX que muestran que las cianobacterias y sus toxinas viajan por la atmósfera. Este 2018 se demostró en Ohio (EEUU) que los aerosoles producidos por movimientos superficiales del agua incluyen cianobacterias y cianotoxinas, una muestra certera de la validez de mi aseveración.

Es obvio que hay problemas a resolver en Alalay a mediano y largo plazo, pero el peso de la evidencia muestra que se deben eliminar las cianobacterias ahora mismo. A nivel mundial, los datos sobre el efecto letal en humanos de las floraciones de cianobacterias tóxicas ya son irrefutables. Para determinar la magnitud de ese efecto en Alalay, los estudios debían haber comenzado temprano en 2016. ¿Cuánto tiempo más debemos esperar a que SEDES, la Alcaldía, la Gobernación y el Ministerio de Medio Ambiente y Agua asuman su responsabilidad y resuelvan este asunto?