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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

Dudosamente inocente

Dudosamente inocente
La industria cultural hace referencia a la creación, producción, difusión, distribución de servicios que se los llama bienes culturales, entre ellos está el arte, el diseño, el entretenimiento, la gastronomía, el turismo, es decir, todo aquello cuyos beneficios a mediano y largo plazo generan ingresos económicos para los involucrados.

De las industrias culturales se desprende el fenómeno “cultura de masas”. Para el sociólogo francés Edgar Morin, la cultura de masas, tiene que ver con el modo como es producida y resalta la analogía que tiene con las formas de producción capitalista. La cultura de masas es el resultado de un proceso similar al de la producción masiva y seriada que produce una cultura para el consumo masivo y que, por lo tanto, está destinada al mercado y regulada por esas mismas leyes.

Es por eso que la cultura de masas ha sido llamada industria cultural. Entonces, esta industria es producida para las masas como cualquier otra mercancía con el fin de homogeneizar y alinear universos culturales diversos. Para eso se instrumentaliza un proceso de “usurpación simbólica”, en el cual los que tienen el poder usurpan los símbolos de la cultura popular, los resignifican, los recontextualizan, los deforman, los empobrecen, haciéndolos un instrumento pasivo de los mensajes de las élites dominantes. Se trata entonces de interpretar las acciones simbólicas que reproducen formas de ser en diferentes contextos.

El imaginario popular que es la proyección de los universos simbólicos, es el que ordena y fortalece los roles cotidianos. Dicen que es bueno reírse de los problemas que cada sociedad tiene, pero hay contrariedades que se desbordan, de manera que debemos reflexionar y cambiar de pensamiento y actitud. De hecho, la realidad es asfixiante en el sentido de violencia y es inapropiado que se manifiesten burlas e intolerancias en programas de entretenimiento en canales de TV o en tablas, a los que se los llama populares.

A fuerza de ser impopular, me dirijo en forma crítica a la industria de la risa, ingenua y jocosa, en la cual la violencia que se ejerce contra el otro, está fuera de lugar. Estas formas de expresión, propias de una industria cultural que avasalla cada vez más, son expresiones donde los valores están en deterioro, pues se refuerza de manera solapada y explícita, formas misóginas, homofóbicas, transfóbicas y racistas, propias del patriarcado.

Hay formas de dominación que permanentemente se exteriorizan en publicidades o programas aparentemente ingenuos y chistosos. Estos aspectos encubiertos no se viven conscientemente, y por supuesto no son manifiestos, principalmente en el simbolismo que invisiblemente se reproduce.

La cultura, en definitiva, no solo se busca en aquello que es perceptible, pues estas formas se expresan social, económica, política e ideológicamente en el mundo de las representaciones y de los imaginarios simbólicos. Un propósito liberador requiere la construcción de nuevos universos de sentido. De manera que es importante reflexionar nuestros hábitos, mirando dialécticamente la historia, para afrontar nuevos escenarios y entendernos como humanos, libres de la violencia que se internaliza en el inconsciente colectivo, a través de la cándida jocosidad.