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  • Diario Digital | lunes, 18 de marzo de 2024
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Miles de migrantes duermen en las calles de París pese a la promesa de Macron

Miles de migrantes duermen en las calles de París pese a la promesa de Macron

El presidente francés, Emmanuel Macron, anunció el pasado julio que para finales de 2017 "no habría más mujeres y hombres viviendo en la calle". Hoy, hay más personas a la intemperie que antes de que el mandatario se propusiese ese reto, que, como él mismo ha reconocido, no se ha logrado.


"¿Casa? Nuestra casa es la calle", bromea, resignado, Ali Hassah, un libio de 24 años que encarna, junto con otros miles de personas, la primera promesa incumplida de Macron.


Hassah, que sólo habla árabe, asegura que hasta que no domine el francés le será muy difícil encontrar un trabajo y ganar dinero, así que de momento hace cola cada día para recibir el desayuno que reparten las ONG "Utopia56" y "Solidarité migrants Wilson" a las diez en punto junto al puente de La Chapelle, en el norte de París.


Normalmente en este lugar se juntan unos 200 inmigrantes y refugiados, que reciben comida pero también ropa de abrigo para resistir el inclemente frío parisino, aunque su número depende de cómo haya transcurrido la noche.


Solo en esta zona del norte de la ciudad viven unos 1.500 inmigrantes, según calculan con sus propios medios los voluntarios de "Utopia56", que tratan de ayudarles ante unas acciones gubernamentales que consideran no solo insuficientes, sino "inhumanas".


"Aquí todos los días son iguales", lamenta Ismail Suleyman, que nunca falta al reparto de alimentos y que llegó desde la región de Darfur (Sudán) hace un año y medio en una huida con parada en Libia e Italia que ha acabado en Francia, donde su situación sigue siendo "complicada".


En 2017, más de 100.000 personas pidieron asilo en Francia, según anunció esta semana la Oficina francesa de protección de refugiados y apátridas (OFPRA), lo que supone un incremento del 17 por ciento respecto al año anterior, y 43.000 consiguieron el estatuto de refugiado.


Uno de ellos fue Suleyman, que enseña orgulloso el permiso de residencia de diez años que le permitirá volver a estudiar Veterinaria, una carrera que terminó en 2012 en Sudán pero que no se le reconoce en Francia, por lo que no puede ejercer.


"Las soluciones que lleva a cabo el Estado no funcionan", insiste la encargada de voluntarios de "Utopia56" -que se identifica como Chrystel-, mientras el teléfono no deja de sonar en su despacho, centro neurálgico de la asociación, que funciona también como almacén de cientos de gorros, calcetines, bufandas, mochilas, maletas y mantas.


Algunos de estos enseres todavía siguen cerca de la asociación, por los suelos en la calle, donde algunos inmigrantes tienen que pasar la noche.


Los asentamientos precarios ya son habituales en el norte de la ciudad, pero, según Chrystel, la policía no los respeta: "Tienda de campaña que ven, tienda que quitan".


Para la joven, la situación es "catastrófica" y teme que vaya a peor con la llamada "circular Collomb" -por el ministro del Interior, Gérard Collomb- que permite hacer controles administrativos dentro de los centros de acogida de urgencia para inmigrantes.


Este punto indigna profundamente a las asociaciones, que aseguran que si los inmigrantes no se sienten seguros en esos centros dejarán de acudir a ellos y se quedarán en la calle, por lo que han decidido recurrirla ante la justicia administrativa.


El Gobierno francés prepara una nueva ley sobre inmigración para acoger "mejor" a los solicitantes de asilo y ofrecerles una respuesta rápida a sus solicitudes que permita iniciar lo antes posible el proceso para su integración, según el primer ministro, Édouard Philippe.


El proyecto pretende reducir a la mitad el tiempo de revisión de las demandas de asilo, aunque, como aclaró Macron, "no se trata de expulsar a la gente al día siguiente de un control, pero les diremos más rápido: ´Usted no tiene ninguna posibilidad de acceder al estatuto de refugiado´".


El presidente explicará sus planes el próximo martes en una visita al puerto de Calais, durante años el gran símbolo en Francia de los problemas generados por la inmigración irregular. EFE