Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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CONSTRUIR COMUNIDAD

Caímos en sus redes

Caímos en sus redes
Nunca me ha sonado tan verdadera la frase de Humberto Eco, cuando afirmaba que en las redes sociales se ha cedido la palabra a legiones de imbéciles. Y es que, en estos días, hemos probado que la marea de memes -mensajes que bajo la apariencia de inocencia y humor complotan contra la razón y la veracidad- irrumpen abusivamente en nuestras pantallas bajo la modalidad de texto, video o imagen, imponiendo sus contenidos y nosotros, muchas veces, pasivos atinamos a compartirlos.

Lo que no sabemos, o tal vez sí, pero no nos importa, es que estamos en medio de una guerra en la construcción de significados comunes. Que lo que se comparte es real, verdadero, inventado o tergiversado no es lo importante, las batallas se concentran en que lo difundido quede en el repertorio de ideas compartidas en nuestras sociedades bolivianas. Y es que a partir de lo que reste al final de este tsunami de mensajes, hará posible que la gente, usted, yo, su vecino o pariente aprecie o desprecie a alguien, elabore sus puntos de vista y, con un buen líder de opinión que le caliente la oreja, lo retenga como verdadero y, en consecuencia, actúe y tome decisiones. ¿Le parece conocida la figura?

¡Quien no tiene pecado que tire la primera piedra! A todos nos ha pasado, incluidos periodistas. Todos hemos caído de buena fe en alguna noticia falsa o en la tentación de enviar una sátira de alguna persona famosa en una situación ridícula. El problema no está ahí, está en las campañas sistemáticas de difusión de información errónea, falsa, aparente, engañosa, ilusoria, artificialmente construida, con conocimiento de causa, alevosía y deslealtad. Entonces, ¿existe alguien que los está creando con un propósito específico que no sea solo por diversión? Definitivamente sí. Según asegura la investigadora Claire Wardle, los propósitos vinculados a la propaganda, al poder o influencia política son los más propensos a utilizar contenido engañoso, usar contextos falsos, contenidos impostores, manipulados y fabricados.

Pero, ¿cómo nos influyen? Según los estudios, cuando vemos una imagen o video, somos más crédulos porque hay más elementos para valorar que un texto, cuando la información es cercana, confirma lo que ya creemos, pero, principalmente, lo que más ayuda es la sobrecarga de información. Esa lluvia torrencial de mensajes, con rayos y truenos incluidos, eso es lo que agota nuestro cerebro, que ya no analiza y llega a asumir como verdaderos los mensajes similares a algunos otros que antes ya ha tomado como ciertos o provenientes de personas “confiables”. Si un mensaje llega de diferentes lados, con diferentes formatos y por distintos medios, solemos decir “si todos lo dicen, debe ser cierto”, lo mismo ocurre con la difusión de los memes.

Se puede hablar de un ecosistema de información contaminado. Sí contaminado con medias verdades, mentiras, mitos o creencias alejados de la realidad. Una situación similar a la vivida en la Edad Media, pero en la cual el problema no es la escasez de información, sino la abundancia de mala información.

Al final de todo queda la desesperanza, el “todo queda siempre igual”. Nuestro pensamiento crítico se ha reducido por cansancio. Y eso ha sido programado.

En buena medida sería aconsejable una dieta de redes sociales. Si no se puede, al menos una reducción de fuentes confiables de donde informarse. Y principalmente, esperar antes de compartir información, asegurarse de que es veraz y si lo que compartimos será realmente útil hacerlo. Para finalizar como se ha comenzado, Eco en una lectio magistralis fue justamente duro con todos al decir que el drama de internet y las redes sociales es que ha convertido al tonto de la tribu como si fuera el portador de la verdad. Simplemente, tengamos cuidado de no ser los tontos útiles.