Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 18:38

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Hacia el nuevo paradigma del agua: cambio climático

Hacia el nuevo paradigma del agua: cambio climático
Las lluvias han vuelto, pero el desbalance hídrico de nuestra región está lejos de resolverse. Debemos producir ya un plan de manejo que nos saque de la agonía del agua, efectiva y permanentemente. Los datos científicos muestran que las recrudecidas sequías son producto del mal manejo del entorno y de cambios a escala global que están modificando el clima. De no tomarse decisiones certeras ahora, la situación puede agravarse irreversiblemente.

En nuestro medio, el cambio climático (CC) ha contribuido a la disminución de la precipitación y a la intensificación de incendios, floraciones algales tóxicas, inundaciones súbitas y pérdida de biodiversidad. El Niño, que agrava estos eventos, es también ahora más frecuente e intenso. En la últimas seis décadas, la temperatura en el país se ha elevado apenas 0.7 grados centígrados, pero los efectos como la desaparición del glaciar de Chacaltaya y la extinción local de platinchos de la laguna Alalay ya han dejado su secuela en nuestras memorias. El alza de las temperaturas proyectado para el 2030 es de por lo menos 2.5 grados, pero en los últimos 20 años la tasa de ascenso incrementó a 0.3 grados por década, cifra que dobla el promedio de calentamiento a nivel planetario y que producirá olas de calor mucho más graves de lo anticipado.

Las zonas montañosas de Cochabamba han sufrido mayores cambios que los valles, principalmente por la falta de bosques. Los cambios previstos para el Tunari son similares a aquellos pronosticados para los polos. Al otro lado de la cordillera, las nubes ya no cubren muchos de los bosques de Yungas, disminuyendo la cobertura vegetal y reduciendo la cantidad de agua que llega al valle a través de los ríos voladores. Existen pocos estudios acerca de esto último, así como también para los efectos del CC sobre la erosión de suelos, la salinización del agua superficial y subterránea, que llevan a la gradual disminución de la calidad del agua de consumo y riego.

Cuando la temperatura aumenta en las partes altas, la agricultura tradicional se hace más difícil porque muchos competidores, parásitos y plagas migran hacia arriba. Se incrementa entonces el uso de agroquímicos y con ello la presión sobre el recurso agua. Como los cambios de temperatura, humedad y calidad del suelo serán considerables en pocos años, se tendrán que cultivar otras especies, mejor adaptadas y que requieran de un riego mayor, pero no nos estamos preocupando por eso tampoco.

Estos son apenas algunos de los aspectos que deben considerarse en una agenda del agua en el contexto del CC. No tomar en cuenta la influencia del mismo en el ciclo hídrico regional sería un error muy grave. Todo proceso de mitigación y adaptación al CC debe ir mucho más allá de la recuperación de un saber ancestral, porque esos saberes no se desarrollaron en las condiciones actuales. Y debe ir también más allá del “copie y pegue” de teorías desarrolladas en países nórdicos, porque sus ecosistemas son diferentes a los nuestros y los cambios que en ellos suceden y las adaptaciones que se requieren son muy distintos. Los problemas ocasionados por el CC en las reservas acuíferas no se resuelven con políticas ambiguas y conductas desarrollistas dudosas, se resuelven con experticia y datos claros.