Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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TEXTUAL

Participa y decide

Participa y decide
En el mundo actual en el que vivimos, la democracia se forja y sostiene mediante mecanismos lectorales, entre ellos el voto. De ahí que el acto de sufragar esté contemplado en los ordenamientos constitucionales, incluyendo a aquellos estados remedos de democracia, que ven en las consulta una especie de tinte encubridor de la voluntad del tirano.

Sufragar, en democracia, es una forma de manifestar la confianza o el rechazo a una postulación, cualquiera sea esta, rechazo o adhesión que, como todos los actos de la vida humana, se han adecuado a métodos, prácticas y posibilidades acordes a la tecnología. Sea cual sea el método elegido, la finalidad no es otra que la del ejercicio de un derecho político –en el caso nuestro conlleva una obligación-, y que tal sea menos gravoso, tedioso y antipático.

A las alturas de los tiempos, simplemente es quimérico suponer que las comunidades humanas diriman por consenso decisiones de trascendencia. Buscar homogeneidad en las manifestaciones conlleva el anquilosamiento social, siendo más saludable una confrontación de ideas. La heterogeneidad de posicionamientos demuestra más bien desarrollo y madurez, siempre y cuando estas no sean pendulares.

Un otro aspecto íntimamente vinculado a la manifestación material de la decisión, guarda relación con la convicción íntima de quien emite su voto, el cual no puede ser motivo de coacción alguna, caso que significa adentrarse en los meandros de la libertad personal, sus motivaciones, convicciones, preferencias. Ese ámbito de libertad individual le está absolutamente vedado al Estado y sus organismos, puesto que al ser humano no se lo administra.

Pensar que el voto ciudadano deba ser instrumentado, limitado, encausado o encasillado en ciertos cánones es una forma, las más censurable, de vulnerar el derecho a la libertad de elección y, consecuentemente, el sistema democrático.

Mal hacen todos quienes condenan la posibilidad de que el ciudadano encuadre su voto a una sola forma de expresión, pésima la intención de censurar la opinión contraria a la versión oficial, preocupante la manera y los despilfarros de dineros del arca pública para exigir la participación y decisión de la ciudadanía. A través de mensaje subliminales, pretenden encuadrar una única forma de expresarse en las urnas. La Ley del Régimen Electoral, en su numeral 161, establece con la máxima claridad que tanto el voto nulo como el blanco son admitidos en todo proceso electoral, conjuntamente con el voto que se denomina, imprecisamente, como válido. Votar en blanco tiene muchas significaciones de desinterés, desconfianza. En cambio, el voto nulo tiene una connotación mucho más trascendente. Es un voto, al mismo tiempo que comprometido y militante, demostrativo de participación con repudio, y exige dejar sin efecto, “anular”, invalidar la iniciativa puesta a consideración. Se trata de un voto inconformista y retador del sistema. Votar nulo es rechazar, en este caso, la conformación de un órgano del Estado en estado putrefacto y cadavérico, situación que no solo ha sido percibida por las víctimas, sino por quienes idearon e incluyeron el voto para ello en la actual CPE.