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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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Malas ideas aplicadas a torrenteras

Malas ideas aplicadas a torrenteras
Desde hace algunos años, el municipio de Cochabamba ha estado cometiendo un grave y craso error al embovedar y cubrir de cemento las torrenteras que naturalmente drenan las laderas del Tunari. Incluso, la misma gente considera que esta práctica tiene un beneficio estético y que los protege de las alcantarillas y basurales en que se han convertido estas torrenteras.

Primero, la estética basada en cemento y asfalto es completamente desacertada para una ciudad en la que la carencia de agua es también consecuencia directa de ese sentido estético obtuso. La eliminación de zonas de infiltración y recarga de acuíferos, por el crecimiento de la mancha urbana al pie de la cordillera, ha devenido en la dramática disminución de depósitos subterráneos y de la vegetación que ayudaba en procesos de absorción y drenaje. Al haber poca infiltración, las torrenteras son esenciales para evacuar el agua excedente. Actualmente, y durante la época de lluvias, el agua corre por las calles de la ciudad, causando inundaciones y reventones de alcantarillado, especialmente en el Casco Viejo, ocasionando cuantiosas pérdidas económicas públicas y privadas, así como también efectos negativos en la salud de la población.

El proceso de embovedado disminuye el volumen de agua que la torrentera puede transportar, pero incrementa la velocidad de transporte, por lo que se acarrean materiales gruesos y sedimentos que rápidamente obstruyen el lecho del canal y producen inundaciones en su trayecto y desembocaduras. Esto, sin mencionar la pérdida de suelos de cultivo por la acumulación de estos materiales.

Segundo, el cubrir las torrenteras canalizadas (para ciclovías y paseos, por ejemplo), sin haber un manejo adecuado de basura y zonas de recarga, y ante la imposibilidad de un dragado y mantenimiento constante, es generar riesgos inminentes para la población. La actividad de descomposición de la basura dentro de los túneles genera gases y contaminantes que no solo infectan el aire circundante, sino también las aguas subterráneas, pozos, sótanos y suelos contiguos. Las descargas de las torrenteras mal gestionadas causan problemas serios de salud y la contaminación de cultivos y zonas ganaderas y lecheras.

Muchos países (Canadá, Corea y Holanda, por ejemplo) han tenido muy malas experiencias con la canalización y tapado de torrenteras y ríos urbanos. Ahora, lección aprendida, están optando por procesos de renaturalización. Pero, estos procesos son carísimos y en nuestra ciudad, donde ni siquiera se mantienen áreas verdes ya existentes, sería prácticamente imposible pensar en tremendas inversiones. Al alterar las torrenteras, hemos empobrecido nuestro ecosistema contribuyendo a la baja disponibilidad de humedad atmosférica y subterránea, baja diversidad vegetal, animal y microbiológica y hemos generado focos de contaminación produciendo una de las peores situaciones ambientales y calidades de vida a nivel nacional.

El velo de la comodidad personal y del bienestar cortoplacista no nos deja ver que el problema no es la existencia de las torrenteras en sí, sino nosotros mismos que hemos sido incapaces de desarrollar nuestras actividades en comunión con ellas y con un ecosistema que solía brindarnos mucho más de lo que hemos demostrado merecer.