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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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PEZ ESPADA

El periodismo y la posverdad

El periodismo y la posverdad
No extraña que los políticos mientan, hasta nos hemos acostumbrado. Lo que preocupa es que los medios de comunicación manipulan la realidad para acomodarla a sus intereses. Si bien existen distintas formas de analizar el contexto, no decir la verdad o contarla a medias es, simplemente, mentir.

Todos los años el diccionario Oxford escoge una palabra que resume lo esencial de un periodo. La del 2016 fue “posverdad”, una situación o contexto de comunicación en el que, al crear y modelar la opinión pública, los hechos comprobables tienen menos influencia que la apelación a la emoción y a las creencias personales. El receptor apoya sus decisiones en las emociones de las mayorías no informadas racionalmente, y actúa aceptando creencias que, en gran parte, ya habían sido desmentidas con pruebas sólidas. La posverdad se ha ido diseminando con el avance de las redes sociales en las que, como diría Umberto Eco, se “da el derecho de hablar a legiones de idiotas”.

Los ejemplos más recientes son: la victoria de Trump; el triunfo del Brexit; el No en el referendo de Bolivia y el No en el plebiscito por la paz en Colombia. ¿Por qué vivimos en una época de posverdad? Los votantes estadounidenses, en una gran mayoría, votaron por un odio racial hacia los inmigrantes, afroamericanos, chinos y rusos. En Gran Bretaña, el votante quiso demostrar su malestar con la élite política tradicional. Lo mismo sucedió en Bolivia y en Colombia. No se votó con el cerebro, sino con el hígado.

Nietzsche señala, en su texto “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral”, que la verdad no es más que la mentira que la sociedad tolera y que, por lo tanto, se convierte en una no-mentira. Toda verdad es una ficción. Y, en determinado momento de la lucha política, una mayoría acepta tales ficciones y desecha otras, y viceversa. La periodista Julia de Titto declara que denominar posverdad a la malintencionada tergiversación no es otra cosa que barrer responsabilidades, y hacer aceptable uno de los mecanismos que los poderes fácticos tienen, sobre todo en este siglo, para confundir y dominar a los pueblos. Ante este escenario, no queda más que interceder y brindar contrapeso. Y el neoperiodismo debe revertir eso.