La vida en tres cárceles, entre el trabajo, las visitas y el hacinamiento
La vida de los reclusos de los penales de San Sebastián, Varones y Mujeres (Cercado), y de San Pablo de Quillacollo transcurre entre hacinamiento, trabajo y visitas.
OPINÓN realizó una visita a las cárceles de San Pedro en Quillacollo y San Sebastián (Varones y Mujeres) en Cochabamba. Ahí, logró apreciar la vida cotidiana de muchos de los reos, gente que cometió errores y los está pagando, que asumen su culpa y coinciden en una idea: A la cárcel no vuelven más.
En el penal San Sebastián Mujeres, la vida es algo diferente al de Varones, pues su orden y cuidado se nota. La coincidencia en ambos es el trabajo.
En el primer piso de todos los penales están los reos reunidos alrededor de mesas con familiares: madres, padres, hijos charlan de la vida. El tiempo de visitas es el pequeño respiro que tienen antes de volver a su realidad, el encierro. En los alrededores del patio hay varios puestos de venta de comida, referescos y otros artículos.
Mientras, en el segundo piso se observa a los internos que quizás esperan a alguien que está por llegar. Miran atentos la puerta de entrada. Se muestran espectantes al llamado de los altavoces para bajar raudos al esperado encuentro.
Caminan y caminan por los angostos pasillos. La mayoría tiene la suerte de recibir a algún familiar o amigo, otros tienen que resignarse a no tener visitas.