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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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La moral del ch’ikhi (IV)

La moral del ch’ikhi (IV)
Un buen amigo Ricardo Rada (+) comentaba a menudo que en la escuela aún se propone a los estudiantes que lleven un cuaderno en borrador y otro en limpio, nada más claro para justificar el comportamiento hipócrita, la sobrevaloración de la apariencia: la honorable fachada. Así los pequeños aprenden que pueden tener un alma en limpio y otra en borrador.

No existe congruencia entre el código la consecuencia del comportamiento, lo que resulta en confusión moral. Un letrero que indica una prohibición no es respetado. Basta ver a los carros estacionados sinvergüenzamente al lado de un enorme letrero de “no estacionar”. O policías en sus motocicletas adelantarse sin ninguna emergencia ante una luz roja.

Un taxista me sorprendió al comentarme que existe el “código 50” en tránsito, no supe a qué se refería hasta que me lo explicó. Cuando un guardia de tránsito detiene a un coche y le indica el mencionado código al conductor, significa que se le debe entregar 50 pesos como extorsión para evitar la multa. Y bueno… esto está establecido como una norma implícita.

Si alguien que mantiene su lugar en una fila es atropellado por otra persona pícara que se coloca delante, debe callar porque no debe ser tonto, hay que ser vivo. Y así, la moral del bellaco se ha inyectado en nuestra sociedad paceña porque ser ético es ser tonto.

Las reglas deben eludirse, están hechas para los bobos e incautos. Lo importante son los “contactos”, las avivadas necesarias para salirse con la suya. No se entiende por qué las personas que siguen correctamente los pasos de un trámite muchas veces no consiguen lo esperado, mientras que se saltan etapas porque pueden extorsionar a algunos funcionarios o porque tienen “muñeca” .

A esta moralidad basada en la picardía se suma la honorable fachada. Término utilizado por Juan Luis Linares para referirse a las familias que fomentan la depresión juvenil: “todo está mal pero hay que mostrar que todo está bien”. Socialmente, funciona de esta manera: todos somos conscientes de la predominancia moral del ch’ikhi, pero debemos comportarnos de tal manera que parezcamos correctos, además que sancionamos a los pícaros. Consecuencia: una burocracia compleja y absurda.

La imposibilidad de lograr la meta burocrática deriva en que es mejor recorrer el camino de los ch’ikis, pagar coimas o utilizar influencias. Es común encontrarnos con frases antecedidas por un “ya sabe…” sinvergüenza y frívolo, sí ya sabemos que así nomás es, por debajo irá la coima con la seguridad que es oficial sin que se lo exprese (...)