Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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PEZ ESPADA

La muerte

En esta época del año, la ausencia se hace más profunda. El recuerdo desentierra a los que hemos perdido, a quienes ya no están. El fantasma del consumismo busca adormecer nuestros verdaderos sentimientos con regalos o cosas para llenar un vacío. Al final del día, nada suple a quien ya no ocupa una silla o un espacio en la casa.

La confrontación personal con la muerte es la prueba más dura para el individuo. Los egipcios le brindaban especial importancia, a tal grado que vivían preparados para morir. Ni bien nacía un faraón, se comenzaba a construir su tumba. Consideraban que el espíritu estaba constituido por tres elementos y, una vez muerto, embalsamaban el cuerpo para mantenerlo intacto, por si el alma decidía regresar. Para los judíos, el encuentro con la muerte es un momento al que hay que llegar siendo meritorio. La renuencia natural para aceptar la muerte se expresa en la convicción de que los verdaderamente justos realmente no mueren, sino que parten a un plano diferente y algún día regresarán. La cosmovisión andina, por su parte, distribuye el ciclo vital en cuatro fases: la creación; el nacimiento; el crecimiento y la muerte. Esta es una parte indivisible de la vida, un viaje a otra dimensión sin perder la conexión con este mundo. Los muertos viven en permanente relación con sus familiares y comunidad, por ello los funerales tienen un carácter festivo, abunda la comida, la bebida, y predomina la colaboración de la comunidad. Bajo la premisa "Ujllatamin wañunchij kay kawsaypiqa" (morimos una vez en esta vida), la muerte es una fiesta a la que todos están invitados.

Cuando perdemos a quien amamos, todo lo que somos hasta ese momento estalla en miles de pedazos. Jodorowski dice que la muerte lo hizo sentir culpable incluso de respirar. Lo cierto es que no sabemos qué hay más allá de esta vida física. En el mundo zen, se dice: “Puedes curar una enfermedad, pero no puedes curar el destino”. Todas las fuerzas imaginables se suman para que una persona muera, para que ese conglomerado de partículas retorne a su origen en el universo. Y ese innegable suceso, que compartimos conscientemente todos los humanos sin importar nuestra condición social o económica, simplemente ocurre. Ricos, pobres, ateos o creyentes, todos vamos a morir. Con la cabeza en alto, la mirada al frente y el corazón dispuesto, depende de nosotros cómo queremos aprovechar cada minuto de nuestra existencia y cómo pasar los días en este único tiempo que tenemos para vivirlo.