Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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SERENDIPIA

Con la furia de la profundidad

Con la furia de la profundidad
Visité hace pocos días una de las maravillas de nuestro país: el Parque Nacional Sajama en el departamento de Oruro. Uno de sus mayores atractivos son los géiseres. Otro atractivo es el de las aguas termales al pie del nevado. Puedo decir que, al menos, es impresionante.

En Bolivia se han identificado al menos dos lugares donde existen géiseres que están entre los aproximadamente 1.000 que existen en el mundo, de los cuales 500 se ubican en el parque Yellowstone, en EEUU. Llevan ese nombre por un término irlandés, gjosa, que quiere decir emanar.

Los géiseres son un fenómeno raro pues precisan de una geología particular. Para los que nos los conocen, son un orificio en el suelo que, cada cierto tiempo, expulsa de manera abrupta una columna de agua caliente y vapor.

En medio de un impresionante paisaje, los géiseres ubicados a unos tres kilómetros del poblado Sajama, al pie de la montaña más elevada de Bolivia (6.542 metros sobre el nivel del mar), me dejaron sorprendido, no solo por su particular belleza, sino porque nada me hizo siquiera sospechar que estaban allí. Se encuentran alrededor de comunidades dedicadas a la crianza de centenares de llamas, alpacas y vicuñas.

Al acercarte a los agujeros, puedes observar el agua hirviendo con burbujas que crecen y crecen. La ebullición se incrementa paulatinamente, hasta que casi se puede sentir una explosión de agua y vapor. Luego simplemente se aplaca y descansa, para unos minutos después volver a empezar.

Nuestro joven guía, un entusiasta lugareño, nos contaba, mientras recorríamos la planicie, que el Sajama es un cerro “cholero y curandero”. Con total convencimiento, nos relató su historia y la de su esposa e hijos. El Sajama —aseguró— está viendo cómo cambia el clima y, con ello, los géiseres han crecido cada vez más, y su acción es desafiante a quienes se encuentran observándolos.

Esta agua contenida parecía furiosa en su despertar, siempre obligando a retroceder a quienes la observan. Creo que en realidad nadie sabe qué exactamente puede pasar y cómo termina ese emanar. Aunque, lejos de las protestas y de la furia contenida, esa maravilla de la Tierra. Me hizo pensar en otra, la que está en las calles, también hirviendo, también brotando incontenible. Igual, creo que nadie sabe cómo podrá terminar porque igual sale de lo más profundo y se envuelve con los secretos de lo impredecible.