Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Hacia el nuevo paradigma del agua: deforestación

Hacia el nuevo paradigma del agua: deforestación
Resulta inaudito que la producción de gases de efecto invernadero per cápita en Bolivia sea 20 veces más alto que el promedio mundial, y que la razón principal sea la deforestación. Anteriormente, ya había hecho eco de la reducción de la vegetación urbana y resaltado la necesidad de erradicar los eucaliptos y pinos, implicando la urgencia de rediseñar áreas verdes y el Parque Nacional Tunari. Pero nuestros problemas con el agua son mucho más graves que eso.

Solo en el periodo 2000-2010 se taló un área equivalente a la mitad del departamento de Tarija. Pero, desde el 2011, la tasa de deforestación se ha incrementado de tal manera, que en 2020 habremos perdido una extensión equivalente a toda Tarija. Según los registros históricos, el país ha perdido hasta ahora un área cuatro veces mayor a la del Madidi, y las razones han sido la sobreexplotación de madera, la expansión agrícola y ganadera, y los incendios. Por si fuera poco, para el Acuerdo de París, Bolivia planteó deforestar cerca del 6 por ciento del bosque remanente de 518.000 kilómetros cuadrados hasta el 2030, y reponer, en ese lapso, esa área deforestada en un 150 por ciento . No se han proporcionado detalles concretos del plan descabellado, ni se ha garantizado el éxito de la reforestación dentro del contexto actual de degradación de suelos, patrones de precipitación alterados, efectos de represas bolivianas y brasileñas, etc.

Reposición de la humedad atmosférica, contribución a la formación de nubes mediante compuestos metabólicos volátiles, facilitación del flujo de ríos voladores que transportan humedad desde el Atlántico hasta Cochabamba, recarga de aguas subterráneas y alivio de inundaciones son apenas algunos de los servicios ambientales relacionados con el agua que proporcionan los bosques. Es obvio entonces que la deforestación agrava el cambio climático y está ligada con la carencia de agua en el departamento. Y es obvio también que las recientes inundaciones en la zona sur de Cochabamba están relacionadas con la deforestación y el mal manejo de torrenteras, que también traté en una oportunidad anterior.

Un plan del agua que ignore el tema de reforestación es un plan cojo. Ese plan y su aplicación deben darse pronto, ya que el proceso de desertificación, coadyuvado por la eliminación de zonas de recarga de acuíferos, ya ha comenzado en el valle. De la misma manera, con la tala se ha afectado gravemente a la biodiversidad local, disminuyendo la cantidad de organismos que preparan y mantienen el suelo, polinizan las plantas o transportan sus frutos y semillas, asegurando la sobrevivencia del bosque. Junto con la profundización de la tabla de agua, estos problemas son un serio impedimento para procesos de reforestación, y es por ello que a la fecha hemos visto pocos casos exitosos de sobrevivencia de plantines en áreas pequeñas, y prácticamente ningún éxito en el repoblamiento forestal de regiones más extensas.

Queda claro entonces que Misicuni per se no es la solución al problema del agua en Cochabamba, y que la represa tendrá una duración limitada. De continuar el desdén que hemos mostrado por la vegetación en el país y nuestra completa desconexión con la deforestación en el Brasil, finalmente terminaremos por convertir a Cochabamba en el desierto que ya comenzó a gestarse.