Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Anarquistas de papel

Anarquistas de papel
Ecologistas de maceta, especistas de peluche, marchistas de cacerolazos virtuales. Así somos los clasemedieros que el anterior domingo fuimos a depositar nuestro voto, los mismos que luego tratamos de dibujar una desleída sonrisa de triunfo ante los tristes resultados. Tristes porque ni remotamente alcanzaron la expectativa no dicha pero esperada del 80 por ciento en el mejor de los casos o de un 70 por ciento en el peor. Y fue peor, con un resultado de 52 por ciento de votos nulos. Ni 10 por ciento más que en la elección del 2011, cuando ahora, las circunstancias del momento ameritaban un resultado simbólico de rechazo contundente al prorroguismo, al autoritarismo y a la desinstitucionalización.

Desleída sonrisa ante la constatación que Evo Morales mantiene un núcleo duro de apoyo a su liderazgo de un amplio sector de la población representado por ese 35 por ciento sostenido por las organizaciones sociales tanto del urbe como del campo, que con su voto garantizan el control ya también del poder jurídico y trazan la consolidación del MAS IPS como partido único bajo la égida del caudillo.

¿Por qué no el festejo de la mayoría ganada? Porque el viraje político trae consigo ciertas constataciones inquietantes. Primero, que la votación pasada inaugura una época marcada por el autoritarismo y el poder vertical que difícilmente podrá ser revertida en las próximas elecciones precisamente por las características de la oposición conformada, en su gran mayoría, por una clase media con los ribetes descritos al inicio de este escrito. Es decir, una oposición que llora, amenaza y despotrica cotidianamente en las redes, pero que rara vez sale a las calles. Una oposición de apariencia liberal y de avanzada que no es más que pura “pose” debajo la cual se oculta su verdadero ser: reaccionario, conservador, depredador, clasista, racista y machista. Formada o domesticada -como los otros, como todos- bajo los principios autoritarios, violentos y poco democráticos de las instituciones y, por eso mismo, absolutamente desconcertada ante la orfandad impuesta por la carencia de un padre, de un caudillo que la guíe por los caminos tan bien conocidos.

¿Qué se le avecina entonces? La monstruosa tarea de construirse y reconstruirse en el largo camino, paradójicamente, en contra de sí misma. De asumir acciones conjuntas para deslegitimar todo autoritarismo y profundizar la democracia sin acudir –por su inexistencia real- a sus antiguas instituciones (partidos políticos o comités cívicos). De enfrentarse al reto de inventar nuevas formas de protesta y propuesta más imaginativas, contundentes y comprometidas que las desplegadas hasta ahora; más autónomas, más inclusivas; de hacer lo que nunca hizo: poner el cuerpo y sacrificar el trabajo y la ganancia para hacerse escuchar, para poner de cabeza este desorden sin concierto sin caer en la violencia de un 11 de Enero, inadmisible bajo ninguna circunstancia. De fortalecerse en la acción ciudadana más organizada y menos timorata ante la responsabilidad de representar un contrapoder (basta de hacerse a las vírgenes impolutas ante los desafíos políticos). De considerar retomar una tarea largamente olvidada, la de formar a los muy jóvenes en la política. Finalmente, de empezar a construir un proyecto inclusivo que respete las acciones autónomas de las mujeres (bien por las kuña mbarete), de los jóvenes, de los artistas, de los ecologistas, animalistas, pero que considere también al otro, ese al que su sentido de casta siempre vio como al enemigo.