Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 10:20

Expulsado

A mis catorce años tuve la mejor experiencia educativa. Terminaba Primero Medio y el director del colegio tuvo a bien convocar a mis padres para una reunión para informarles que estaba “expulsado definitivamente” por mi comportamiento. Mis buenas notas no eran suficientes para calificar a ese sistema educativo formal, rígido, de genuflexiones, leccionarios y jaculatorias. Estuve castigado esa vacación en la empresa de un familiar en Santa Cruz. La palabra “castigo” tuvo varias implicancias: aprendí a valerme por mí mismo, a resolver problemas cotidianos con gente que fui conociendo en la oficina, a ganar mi propio dinero y ser responsable de mi economía. Ojalá muchos chicos reciban el mismo “castigo” en estas vacaciones, no saben cuánto van a crecer con una experiencia así.

A mi vuelta, me busqué un colegio nuevo que, por cierto, yo mismo tuve que hacer el papeleo. En una época donde no habían grupos de padres en Whatsapp, esta era una tarea fascinante. Encontré un colegio recién inaugurado con varios casos similares al mío y me inscribí. Pero ¿por qué fue la mejor experiencia educativa? Porque cambié de paradigma, conocí gente nueva, de otras zonas, de otros credos, de otros acentos, de otras culturas, aprendí a descubrir primero mi ciudad y después mi país desde una mirada diferente. De pronto, los lugares comunes eran el Montmartre, mítico Ojo de Agua, el Socavón, el Rockerón y las sendas caminatas por una ciudad en ebullición.

Tenía un mundo por delante y estaba dispuesto a usar mi único ticket para este viaje. Pasaron los años y veo ese punto de inflexión como un hito fundamental en mi vida porque “aprendí”, en el amplio sentido de la palabra: quién era, y dejé de ser, lo que los demás querían que fuera. ¿Cómo realmente aprendemos las cosas importantes de la vida? No necesariamente dentro de un aula, sino en una dimensión mucho más amplia.

Sin embargo, veo que lastimosamente, seguimos configurando un modelo educativo, que más allá de las buenas intenciones de las instancias educativas pertinentes, está fuertemente mediada por nuestros estrechos puntos de vista donde los hijos son extensiones de nuestras proyecciones y deseos. Dales a tus hijos la posibilidad de crecer hacia adentro, estimula su curiosidad, enséñales la responsabilidad de tener una mascota, de cuidar una planta propia, de leer un libro antiguo, de entrar a la cocina, de apagar el teléfono y encender la imaginación, de aprender palabras nuevas, de ver similitudes y no diferencias en los demás.

Marcel Proust dijo que “el verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes sino en tener nuevos ojos”. Dale ese privilegio a tus hijos. De ver la vida con sus propios ojos y no a través de los tuyos.