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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Lecciones de Honduras y el triste rol de la OEA

Diferencia. A todo esto, a diferencia de lo que sucede con Venezuela, al secretario general de la señalada organización, Luis Almagro, ni se le pasó por la cabeza pronunciarse contra el posible fraude en Honduras. <BR>
Lecciones de Honduras y el triste rol de la OEA
La dura crisis por la que atraviesa Honduras estos días deja lecciones muy claras para Latinoamérica entera y, por sus matices, para los bolivianos. Recordemos que en 2009 el mundo lamentó el golpe de Estado perpetrado contra el entonces presidente Manuel Zelaya, quien fue depuesto por fuerzas conservadoras que pretextaron las intenciones del Mandatario de modificar las normas para buscar una segunda elección prohibida por la Constitución (¿les suena?). Muchos gobiernos e instituciones internacionales guardaron entonces silencio, pues Zelaya era afín con el bloque bolivariano encabezado por el entonces presidente Hugo Chávez.

Llegamos al 2017 y el silencio se repite, pero las circunstancias son muy otras. El actual presidente, el conservador Juan Orlando Hernández —una de las figuras clave del congreso que destituyó a Zelaya—, buscó y logró la posibilidad de la reelección. La participación del presidente Juan Orlando Hernández en los comicios fue, sin ninguna duda, el aspecto más polémico de todo el proceso, reflejó un reportaje de la BBC Mundo.

Muchos destacaron la dudosa legalidad del proceso que le permitió buscar un segundo mandato. "Fue un proceso bastante irregular, desde el principio hasta el final", dijo a BBC Mundo Carlos Dada, un prestigioso periodista salvadoreño. Como explica Dada, el camino a la reelección de JOH —como acostumbran llamar los medios a Hernández— fue allanado no por una reforma constitucional, sino por una sentencia de la Corte Suprema de Justicia. "Fue un decreto loquísimo, que declara inconstitucional la Constitución", valoró Dada. Y, según el periodista, para conseguir la sentencia a su favor, JOH primero maniobró para destituir a cuatro magistrados opuestos a la reelección "mediante una triquiñuela" (¿les sigue sonando?).

Pues bien, el día de las elecciones llegó hace dos domingos y desde entonces solo hay caos, uno que ha costado la vida de al menos siete personas. La crisis se agudizó el pasado miércoles, cuando simpatizantes de la oposición iniciaron protestas en las calles contra el presunto "fraude" al candidato de Alianza de Oposición, Salvador Nasralla, quien con anticipación dijo que no aceptará los resultados de las elecciones del 26 de noviembre.

La oposición exige al Tribunal Supremo Electoral (TSE) la revisión de 5.179 actas en las que alegan está el "fraude" a Nasralla para favorecer al candidato del Partido Nacional y presidente Juan Orlando Hernández. Con un global del 99.98 por ciento de las mesas electorales procesadas, Hernández, quien se convertirá en el primer presidente en reelegirse en el cargo, se impuso con el 42.98 por ciento , frente al 41.38 por ciento de Nasralla, quien hizo un llamamiento a la "desobediencia civil". El organismo electoral todavía no puede declarar presidente electo a Hernández porque, según la Ley Electoral, lo que procede ahora es recibir las impugnaciones para las fórmulas de gobernante, diputados y alcaldías.

¿Qué otra relación guarda el asunto con Bolivia? Pues que quien encabezó la delegación veedora de la Organización de Estados Americanos (OEA) es nada menos que el expresidente boliviano Jorge Tuto Quiroga. Paradójicamente, Quiroga, que dijo oponerse radicalmente a la también cuestionada repostulación del presidente Evo Morales es quien, con su presencia, avaló otra repostulación similar, al igual que la OEA.

Y, a todo esto, a diferencia de lo que sucede con Venezuela, al secretario general de la señalada organización, Luis Almagro, ni se le pasó por la cabeza pronunciarse contra el posible fraude en Honduras. Mucho menos tomó abierta posición contra el oficialismo, como sí lo hizo con los de otros países, incluyendo al nuestro.

Las lecciones entonces que los bolivianos deberíamos aprender es que la reelección no es siempre una buena idea, que debemos salvaguardar la independencia de las instancias electorales y, muy especialmente, que la doble moral se debe erradicar nacional e internacionalmente.