Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

Micro- pendejismos

Micro- pendejismos
La trancadera es interminable. La causa: un feliz ciudadano está en doble fila con luces de parqueo, alegando: “Es un ratito nomás”. La fila del SEGIP también es insufrible. Un hombre ofrece sus servicios para “agilizar” trámites, el precio depende de la complejidad. Los periódicos informan con frecuencia acerca de accidentes de tránsito que involucran a conductores en estado de ebriedad y autos o buses sin mantenimiento. Si de verdad se aplicara con rigurosidad la inspección vehicular, más de la mitad de autos no deberían estar en circulación. Pero el común denominador en nuestra conducta ciudadana permite que podamos “interpretar” la ley a nuestra conveniencia.

Admítelo. Sabes bien de lo que hablo. Lo vives a diario en la calle, en el trabajo, en algún proceso administrativo, en pequeños detalles, en colarse en la fila, matar un cambio, pedir el examen en la fotocopiadora, consultar por el “tramitador”, buscar al amigo que trabaja en esa institución para que te haga “la gauchada”, parquear en franja amarilla, decirle al guardia municipal que te detuvo porque estás con restricción que “es la primera vez”, que estás yendo “ahí cerquita”. La lista es interminable.

Esa viveza criolla, ese brillo en los ojos de quien la ejecuta como aquel que se siente ganador, ese toque tan nuestro que nos permite invalidar al mensajero con un “Y tú quién eres”, “No sabes con quién hablas” y el clásico “quién me va a fiscalizar” ponen en evidencia nuestra cultura ciudadana y su relación con las leyes. Son rigurosas para los demás, pero aceptamos gustosos la excepción.

Esta semana, el TCP ha aceptado la moción de “invalidar un pequeño ítem de la Constitución”, permitiendo la posibilidad de reelección de autoridades. Esto no ha sucedido de un día para el otro. Ha sido consecuencia de pequeños actos. Nos rasgamos vestiduras, pero ¿cuán responsables somos? Pedimos que cumplan la ley cuando nosotros hacemos lo contrario.

Existe un mantra recurrente que reza que merecemos los gobernantes que tenemos. Es verdad. Porque son producto de nuestra sociedad, salieron de nuestros colegios, comieron nuestro pan, bebieron nuestra agua y respiraron nuestro aire. Los gobernantes de mañana saldrán de nuestras aulas y casas. Nuestro deber será formar y educar sobre el significado del país que queremos, para que las leyes se cumplan y nadie más quiera desviarlas, para que la Bolivia del futuro se forme desde ahora, pero sin odio, sino con propuestas. Cuán importante es dar el ejemplo a nuestro hijos y estudiantes sobre cómo pensar y construir el país del mañana. Ellos serán nuestras autoridades (...).