Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Ardiendo 23 veces en la indiferencia

Nosotros<BR>De esta cadena de responsabilidades no estamos salvados quienes tal vez somos más culpables: nosotros mismos, que no terminamos de tomar conciencia de la urgencia, no solo en lo micro de nuestras vidas.<BR>
Ardiendo 23 veces en la indiferencia
Con impotencia, este fin de semana quienes vivimos en este valle vimos, una vez más, arder el Parque Nacional Tunari. Tan solo este año, lamentamos 23 incendios sin que nadie haga mucho para prevenirlos. A consecuencia del fuego, en este 2017 que aún no termina hemos perdido 9 mil hectáreas de especies forestales y pastizales, lo que nos habla de las prioridades de nuestras autoridades nacionales, departamentales y municipales, y las de los propios ciudadanos.

La enorme columna de humo que desde la montaña se levantó en las alturas, el sofocante calor de estos días y la lluvia de cenizas que nos cayó hicieron pensar no a pocos que habitamos en alguna sucursal del infierno, sin que seres, humanos o no, nos puedan sacar de este. Por supuesto, la dantesca situación no es atribuible en exclusiva a quienes tienen las riendas de la administración pública. Científicos de diversas partes del mundo han alertado, con mayor énfasis en los últimos lustros, sobre el calentamiento global y fenómenos climáticos, cuando no sobre la desaparición de miles de especies de flora y fauna. Y han dejado también claro quiénes son los grandes responsables: los países llamados desarrollados, como China y Estados Unidos a la cabeza que, pese a ser muy contaminantes, se rehúsan a transformar su agresivo desarrollo económico que al final perjudica a todos quienes vivimos en la Tierra. De ese modo, no es, pues, lo mismo extender fronteras agrícolas en Latinoamérica, que, por ejemplo, las ingentes cantidades de tóxicos que generan las industrias a carbón o plantas de energía nuclear.

Sin embargo, mal haríamos si pensáramos, como lo hacemos, que el mal de otros puede ser un consuelo. En un contexto en el que peligra la existencia de la humanidad misma, es deber de todas las personas cuidar todo cuanto sobre la Tierra vive. Y más en tiempos de emergencia como la propia. Sabemos que Cochabamba es una de las ciudades más polucionadas del continente, que escasea el agua para consumo y riego, que la deforestación avanza implacable, que no tenemos un adecuado manejo de la basura, que incluso nuestros alimentos están contaminados. Sabemos, además, que a raíz de todo lo anterior han subido las muertes por enfermedades relacionadas, que por ejemplo los índices de cáncer en no muchas décadas podrían parecerse a los de los resfríos.

Y, frente a esta realidad, por increíble que parezca, el cuidado de nuestro habitad no es una prioridad para los gobernantes, ni oficialismo ni de oposición. En su mente, continúa por demás enraizada la facilona e irresponsable idea de la gestión pública en base a “obras estrella”, que alcanzan a resolver problemas que no son los fundamentales.

En el caso específico del parque Tunari, nos preguntamos por qué hasta ahora no se ha conformado un comando específico, militar y policial, dotado de todos los implementos, no solo para apagar los incendios, sino, sobre todo, para que no ocurran. No se entiende cómo es que hasta la fecha nadie haya aplicado un plan de reforestación masiva, del parque y de la urbe. Es asimismo incomprensible cómo es que nadie ha diseñado un plan integral para cuidar el recurso hídrico, comenzando por preservar la recarga de acuíferos, pasando por la recuperación de nuestras lagunas y ríos, y terminando en la construcción de redes de agua potable, alcantarillado y plantas de tratamiento. ¿Cuán difícil es sacar la simple conclusión de que el agua es vida?

Y, por supuesto, de esta cadena de responsabilidades no estamos salvados quienes tal vez en el fondo somos más culpables: nosotros mismos, que no terminamos de tomar conciencia de la urgencia, no solo en lo micro de nuestras vidas, sino a gran escala. ¿Será que un candidato a autoridad que proponga una plataforma que privilegie medidas ambientales sobre la construcción de viaductos tendría éxito? Por algo es que hasta ahora no ha surgido ni uno solo.