Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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DE FRENTE

Preocupantes desvaríos

Preocupantes desvaríos
Se acerca el día de la elección de autoridades judiciales, con el evidente rechazo ciudadano por la desconfianza que genera la presencia en las listas de muchos militantes encubiertos del partido oficialista. En filas del Gobierno se nota un indisimulado nerviosismo que va generando conductas de desvarío.

Al malestar ocasionado por la pacífica pero persistente movilización ciudadana promoviendo el voto nulo en las elecciones judiciales y el No a la re, re postulación del binomio presidencial, se suman las críticas que, desde connotadas instituciones académicas, reconocidos intelectuales y organizaciones de derechos humanos del interior y exterior del país, se dejan escuchar.

Sin embargo, el empecinamiento para lograr una resolución favorable del Tribunal Constitucional con el que se retiraría ese obstáculo es tal, que se ha llegado a un nivel de casi enajenación entre la militancia masista expresada en la consabida victimización del jefe, que en estas circunstancias recuerda que es indio al que se le discrimina, pero, cuando tiene que disfrutar de los lujos del poder, es noble de pura cepa.

Jugar a víctima ya es un recurso muy desgastado, por lo que se reemplaza esto con una agresividad desmedida contra quien, al menos, sugiere que el Gobierno está equivocado. Los extremos a los que se han llegado, lejos de ayudar a conservar lo que aún le queda de respetabilidad al Presidente como persona, independientemente del cargo que ostenta, lo que están haciendo es degradar su imagen dentro y fuera de nuestras fronteras.

Al parecer, Juan Evo Morales vive en una carencia absoluta de amigos/as que le muestren que no es suficiente tener masas de gente gritando lo que quiere escuchar, pues el efecto de esos actos duran lo que dura el evento y la soledad del poder ronda en círculos cada vez más estrechos.

Es tal la pérdida de imagen del Presidente, que últimamente los que responden a sus invitaciones son dictadores, corruptos y genocidas a los que gobernantes que se respetan les evitan, tal es el caso de Robert Mugabe de Zimbabwe y Teodoro Obiang Nguema de Guinea Ecuatorial que, durante más de tres décadas, hicieron gemir a sus pueblos y, pese a ello, son recibidos con todos los honores oficiales, henchidos de orgullo y emoción porque los dictadores gritan las palabras mágicas “patria o muerte”.

La admiración que despiertan los tiranos es tan grande, que se les va a pedir información sobre los métodos utilizados para que el 90 por ciento de su población vote por ellos. Preocupante desvarío, peor que cuando Luis Arce Gómez nos advertía que andemos con el testamento bajo el brazo.