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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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CONSTRUIR COMUNIDAD

Reconciliándome con la vida

Reconciliándome con la vida
Un día le di a mi hija un consejo para su examen de matemáticas. “Al recibir el examen —le dije—, no te enojes con las preguntas, no cuestiones si es lo que te enseñaron o no, no juzgues a tu profesor. Recuerda la importancia de identificar los datos, las fórmulas y las incógnitas, y aplica tu saber a la solución. El enojo solo te ofuscará la mente y te hará perder el tiempo”.

El mismo día empezamos la jornada laboral con una homilía para orar por un amigo, compañero de trabajo, que se adelantó en el camino. La misa se inició con una reflexión sobre la reconciliación. Esta reflexión me llevó a cambiar la relación de mi hija con el examen, por la mía con la vida.

Los seres humanos, al menos una gran mayoría, vivimos en conflicto permanente con lo que nos sucede día a día. Iniciamos la jornada laboral reclamando las condiciones de trabajo, nos despertamos con las preocupaciones por los reclamos constantes de lo que le sucede, de que el fin de salario ocurra siempre entes del fin de mes, de que los que nos rodean no nos hacen caso, etc. Vivimos en conflicto permanente con la vida. Entendí que tenía que aplicar el consejo para el examen a mi vida. Entendí la necesidad plena de reconciliarme con la vida.

Reconciliarse con la vida implica aceptar que ella nunca va a ser lo que cada uno de nosotros, de forma individual, quisiera. Es resultado emergente de las relaciones que establecemos de forma comunitaria, por ello es un cambio de actitud. Es, a su vez, entender que no existen destinos, no hay un plan preestablecido para cada uno. Dios nos otorgó la libertad de ser y de elegir nuestro camino, de construirnos a nosotros mismos.

Es necesario un ejercicio silencioso de encuentro con uno mismo, que nos permita hallar nuestro lugar, que nos permita planificar lo que podemos hacer para construir el equilibrio entre el ser individual que cada uno de nosotros es, con el ser social que cada uno debiera ser en comunidad.

Es necesario ser coherente, actuar en base a las creencias y principios propios de vida, de forma que entendamos cuál es la comunidad a la que pertenecemos, sin que ello implique renunciar a nuestras raíces. No es posible construir un futuro sin historia, y cada mañana es una posibilidad de una vida mejor.

Es necesario sentir que uno es parte del problema y de la solución, nadie tiene sentido en sí mismo. El sentido de la vida lo encontramos en función del servicio que otorgamos, de nuestros aportes a la armonía de la convivencia. Las ideas hay que volverlas realidad. La vida, decía Vinicius de Moraes, es el arte del encuentro. El equilibrio interior en acción y trabajo por la armonía con los demás.

La reconciliación es la acción y efecto de saber que no puedes gobernar la vida. En cambio, debes sentir que eres parte de ella. Es analizar tu propia historia bajo la luz del amor y el servicio para construir la paz al incluirte e integrarte a tu propia naturaleza. Deja atrás los rencores, los enojos, los reclamos, recuerda a Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Construye tu camino al equilibrio contigo mismo, con la comunidad y con la vida para encontrar la paz. Deja de reclamar, ten la voluntad de encontrar soluciones, discúlpate a ti mismo y honra a los demás, inclúyete e intégrate a la construcción de una vida mejor.