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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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ABAJO Y A LA IZQUIERDA

Las mujeres que admiro

Las mujeres que admiro
Parte de la construcción de una sociedad inclusiva, más justa y sin roles de género, pasa por nuestra capacidad individual de reconocer el valor de quienes están alrededor nuestro y enriquecen nuestra vida. Leí un artículo que hacía énfasis en el peligro que representa para el patriarcado la existencia de mujeres que se admiran. Pensando en ello, creo que, además de la reflexión general, es más justo y personal ponerle rostros, nombres e historias. Por eso, en esta oportunidad voy a aprovechar este espacio para manifestar públicamente mi reconocimiento a aquellas mujeres que admiro.

Aurora se llamaba mi abuela. Con ella, que nunca fue efusiva más que cuando se enojaba, aprendí que el amor se manifiesta de muchas formas, y que las más de las veces los seres que más sienten son los que menos lo expresan.

Mis bulliciosas compañeras de colegio, con quienes viví las primeras travesuras y complicidades, me enseñaron con el ejemplo lo que es la tolerancia, y que nadie está por encima de otro, ni quien más sabe ni quien más tiene. A ellas les debo lo más bonito de aquellos años.

Algunas maestras, como mi madre, se preocupaban de inculcarnos valores más allá de llenar nuestras cabezas de conocimiento. Hubo aquella que alguna vez se quebró en llanto ante nosotras, recordando los juegos infantiles entre las mantas y polleras de su madre cuando nos leía “La niña de sus ojos”.

Calú confió en mí y, además de ser mi coartada en las primeras reuniones políticas a los 16, me alentó a empezar a trabajar.

Imposible olvidar a Marie-France, que se daba el tiempo para corregir mis cartas meticulosamente. Además de brindarme la oportunidad de trabajar y aprender de ella, también me abrió las puertas de su hogar, en un momento muy difícil de mi vida.

Julieta, la Dra. Montaño, me apoyó, como a tantas mujeres y familias, para hacer prevalecer mis derechos. De ella admiro la tenacidad y el compromiso inclaudicable.

La ternura de Silvia solo compite con su férrea convicción política que ni la cárcel ni la tortura han mermado en lo más mínimo.

Mujeres todas. Deconstruyendo día a día ese mito impuesto por el machismo de que las mujeres somos las peores enemigas de las mujeres.