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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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El triunfo de Trump: La noche que tuvo en vilo al mundo

Aquel martes 8 de noviembre del año pasado, con la victoria consumada, esperó el llamado de Hillary Clinton y luego partió a una fiesta. Antes, un momento a solas con su esposa.
El triunfo de Trump: La noche que tuvo en vilo al mundo

No quiso fuegos artificiales. El hombre que ama el dorado, los mármoles, los diamantes y las columnas griegas prefirió no arriesgarse esa noche a la tentación del festejo desmesurado. Cuando los Estados Unidos se rendían ya inexorablemente a sus pies, decidió quedarse unos minutos a solas con su esposa, Melania, en una habitación del triple penthouse de su torre de la 5ª Avenida neoyorquina para paladear el sabor de ese momento histórico. Sus cinco hijos –Donald Jr, Ivanka, Eric, Tiffany y Barron–, su yerno, nueras, nietos y un puñado de asesores esperaron en otra sala del inmenso departamento, en señal de respeto, pero sin poder contener su felicidad.


Pasadas las 2.40 de la madrugada, el magnate descendió del piso 58 de su rascacielos y partió en una caravana de autos negros rumbo a un coqueto salón de baile con capacidad para dos mil ochocientas personas en el hotel Hilton de Manhattan. Allí lo recibió una multitud de simpatizantes que lloraban aferrados a pancartas y gorras de béisbol que prometían “Make America great again” (Hacer a los Estados Unidos grande otra vez).

Donald Trump no tuvo dudas de que el mayor sueño de su vida se había concretado: a pesar de que apenas un año antes nadie había apostado por él, y que un día antes de las elecciones los sondeos lo daban perdedor, se convertiría aquel martes 8 de noviembre de 2016 en el hombre más poderoso de la tierra.

Pocos minutos antes de las 2.30 de la mañana, recibió la llamada mágica que en su penthouse todos esperaban. La candidata demócrata Hillary Clinton había aceptado la derrota en las elecciones presidenciales y lo llamaba para felicitarlo por la “sorprendente” campaña, según contó luego Trump. Su esperanza de convertirse en la primera mujer presidenta de la historia de los Estados Unidos se había estrellado. Quienes estaban con ella en ese momento contaron que a Hillary se la veía frustrada, como en shock, tras ser derrotada en una de las más inéditas, dramáticas y agresivas campañas que se recuerden.

En el interior más conservador, suburbano, industrial y rural, donde predominan los valores tradicionales de las familias blancas y cristianas –que están a años luz de las ideas de los grandes centros urbanos– fue imparable el huracán Trump.

Al magnate lo apoyó una mayoría abrumadora de hombres blancos –buena parte de ellos en los estados del Rust Belt o el cinturón industrial y oxidado del norte del país– pero también lo votaron el 42 por ciento de las mujeres, el 29 por ciento de hispanos y una pequeña porción de afroestadounidenses . Como se esperaba, perdió por paliza en las grandes ciudades costeras –en Washington ganó Hillary Clinton por 92 por ciento – pero salió victorioso en estados inesperados como Florida, Carolina del Norte, Wisconsin o Michigan. Por los vericuetos del sistema electoral estadounidense, que prioriza el resultado de cada estado, se convirtió en presidente pese a haber perdido por 2,9 millones de votos a nivel nacional. Los demócratas aún lloran por esa tragedia.

* Fragmento de “Los Estados Unidos de Trump”, de Paula Lugones