Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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NOESIS

Tener antes que ser

Tener antes que ser
He aquí el dilema en el que la mayoría de los bolivianos y bolivianas nos encontramos. ¿Qué es más importante en la vida? ¿Tener o ser? Debido a los mensajes equivocados que nos da el sistema político dominante, se ha impuesto, en el consciente y subconsciente de las personas, y con especial fuerza entre los jóvenes, que lo más importante es tener antes que ser. Es más importante tener poder económico y político que me permitan tener autos, casas, lujos y protección. El tener poder es lo central, y no importa cómo, lo sustancial es tener poder para usarlo y ejercerlo sin medida ni clemencia.

No importa de dónde sacas el dinero para comprarte y disfrutar los lujos más inimaginables. Solo basta satisfacer las ansias y deseos hedonistas, sin que importe el origen de los recursos. La economía mal habida necesita protección y, por ello, te conviertes en fanático militante o aportante al partido en función de Gobierno. Te estará valiendo un bledo lo que los políticos proponen, lo que buscas es llenar también sus satisfacciones a cambio de protección. Protección para el disfrute del robo, de la usura y la corrupción en el erario público o de las actividades ilegales que emprendes, ya sea a través del narcotráfico o contrabando.

Comparando Venezuela y México, un estudioso de los temas del narcotráfico me decía que en México los narcotraficantes asedian y se han apoderado de algunos espacios del poder público. Sin embargo, en Venezuela, el narcotráfico está instalado y organizado por y para satisfacer las actividades ilícitas. ¿Cómo estamos en Bolivia? Lo cierto es que, en nuestro caso, no es que el poder político sea víctima de la corrupción, que es lo que suele ocurrir. Lo trágico es que, con el pasar de los años, pareciera que se ha montado una estructura oficial y oficiosa para asaltar al Estado en todos sus niveles. En alcaldías, gobernaciones, ministerios, empresas estatales e instituciones descentralizadas, no descansan en su afán de cobijar y alimentar a la corrupción. Donde pones el dedo salta pus, sin que nadie le ponga un alto.

El ser o el deber ser es algo que a muy pocos les preocupa. Los valores tan básicos como la honestidad, la transparencia, el esfuerzo, la visión de largo plazo y el respeto al bien común están archivados en el baúl de los recuerdos. Cuando hablas o centras tu reflexión en el ser, los amantes del tener, que son la mayoría, te dicen que pareces cura, que te estás haciendo el moralista y que, “por hecho el angelito, estás perdiendo oportunidades de salir adelante y de ofrecerle un futuro a tu familia” (...).