Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 13:31

¿Una merecida inclusión?

¿Una merecida inclusión?
Cochabamba fue incluida el pasado martes en la red de Ciudades Creativas de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés), en la sección de gastronomía. La Unesco, informó OPINIÓN, amplió su red de Ciudades Creativas con la inclusión de 64 urbes, entre las que hay localidades de Bolivia, España, Brasil, Colombia, Ecuador, México, Chile y Panamá.

Los ámbitos por los cuales se incluyó a las ciudades son: artesanía y artes populares, artes digitales, diseño, cine, gastronomía, literatura y música. Con las recientes inclusiones, la Unesco cuenta con un total de 180 ciudades en 72 países. En la sección de gastronomía entraron Cochabamba, la colombiana Buenaventura (oeste), Panamá y la brasileña Paraty (sureste). Como parte de esta Red de Ciudades Creativas, la nuestra participaría en la próxima reunión anual, en la que se congregarán representantes de las 180 urbes integradas por la organización. La junta será en Polonia en junio de 2018.

“Estas nuevas incorporaciones en la red demuestran una diversidad cada vez mayor en la tipología de las ciudades y un mejor equilibrio geográfico, puesto que han ingresado 19 ciudades de países que todavía no estaban representados en la red”, declaró la directora general del organismo, Irina Bokova, en una nota de prensa publicada en la página oficial de la Unesco. Cada ciudad presentó su candidatura en la categoría que ella elija y para conseguir el reconocimiento debe quedar demostrado que en su política incluye esa apuesta por la cultura.

Ahora bien, es por los bolivianos conocido que Cochabamba es la capital gastronómica del país. La gran diversidad de sus alimentos y la riqueza cultural implícita en ellos sostienen esta declaratoria. Sin embargo, cabe preguntarnos si protegemos este patrimonio.

En primer lugar, como bien denuncian sin descanso los ambientalistas y especialistas en nutrición, habrá que hacer notar que, ante la falta de agua para riego (en realidad, una vez concluido Misicuni, lo que faltan son tuberías que lleven el líquido) y de plantas de tratamiento, buena parte de nuestros insumos alimenticios son cultivados con agua contaminada. Esto equivale a decir que no son sanos. Lo más grave es que hasta el momento no hay planes de nuestras autoridades para revertir esta situación.

Por otro lado, pongamos por caso algunos de nuestros más emblemáticos platillos: el sillpancho y el pique. Pese a las continuas ferias gastronómicas, no existen políticas que promuevan la conservación de los preparados tradicionales, mucho menos su historia o la cultura urbana en torno a los mismos. De ese modo, la mayor parte de los sillpanchos que comemos, por no decir casi todos, son por ejemplo hechos con carne molida común, cuando lo interesante de este plato es que surgió en base a una costumbre de nuestras abuelas “amartajar” (que así le decían) el filete. En cuanto al pique, este suele venir a las mesas cubierto de salsas industriales, lo que cualquier chef del mundo vería como un insulto a su trabajo y al gusto de sus comensales.

Y, si de bebida tradicional se habla, ahí está el lamentable caso de nuestra chicha, ahora en vías de extinción ante una estigmatización —de tinte incluso racista— por parte de nuestras autoridades sobre este preparado al que le debemos, aporte de impuestos mediante, obras constitutivas de nuestra urbe. No solo no hay fomento a su adecuada e higiénica producción, sino que se persigue sañudamente a quienes la venden, lo que la ha marginalizado y arrinconado casi exclusivamente a nuestras provincias.

Así las cosas, ¿se puede decir que somos una “Ciudad Creativa” en lo gastronómico? Si queremos mantener este título, nuestras autoridades locales tienen mucho trabajo por delante.