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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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NOESIS

Mediocre SXXI

Mediocre SXXI
La etimología de la palabra es contundente: “El término mediocre proviene del latín ‘mediocris’, cuyo significado es ‘el que se quedó a media montaña’, haciendo referencia a aquellos que optaban por establecerse en un medio común y ser personas corrientes”.

Cuando estaba en colegio, el padre Pedro Basiana, jesuita de cepa, nos reflexionaba sobre que lo peor en la vida es ser mediocre, es decir, ser de la media; un útil para nada; ni chicha ni limonada. Muchachos, nos decía, salgan de la modorra, de sus masturbaciones mentales. Viajen, hablen con la gente. Atrévanse a ser distintos, a convertir lo cotidiano en extraordinario. Pero, ante todo, no sean diletantes, especuladores de quinta, habladores de bar y revolucionarios de café.

¿Alguna vez usted se ha topado con un mediocre? Seguro. Se los encuentra en cada lugar e instante, porque la mediocridad es acuosa y humeante; no deja espacio vacío. En estos tiempos modernos inundan y se han “apropiado” de las redes sociales como el Facebook y el Twitter. El mediocre virtual está seguro de que los likes en sus mediocres razonamientos lo convierte en referente, o lo peor, en intelectual de cepa. Se aferra a su teclado para, por cada tecla, vomitar supuestas nuevas, innovadoras y revolucionarias ideas. Estos mediocres son los peores porque que están seguros de haber nacido con pedigrí y, cual apóstoles, con una misión en la vida: joder al prójimo. ¡Y cómo lo hacen! ¡No descansan!

Sin embargo, de todos los mediocres, el que más me preocupa es el que, estúpidamente está seguro de que su sombra es resultado de su iluminación y no del sol, la luna o la vela de la vida. Son los mediocres del siglo XXI que, para ocultar sus escasa serotonina, se hacen pasar por, dizque, nueva intelectualidad. Para que se los tome en cuenta, joden a otros, porque sin ello nadie los viera, oyera o sintiera. Estos especímenes disfrazan su mediocridad con un hediondo halo de sabiduría. Escriben y hablan en todo lugar como los patos descargan en cada paso que dan. Creen que escriben bien, sin darse cuenta de que su huella es como la que deja el pato. No son críticos, sino criticones de quinta. Si un señor escribe sobre las bolas de Tarzán, el mediocre, que no tiene bolas, criticará sobre los pelos o pechos de Chita. Es un desubicado total (…).