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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Profocom y falencias docentes

Profocom y falencias docentes
Durante estas semanas, hemos estado reflexionando sobre el Profocom, programa de formación complementaria que alcanzó a más de 130 mil maestros en ejercicio, desde 2012. El programa ha evidenciado la gran capacidad de organización del Ministerio de Educación para llegar a una cobertura jamás vista en la historia de nuestro país, e inédita en Latinoamérica.

Cuando converso con maestros sobre el Profocom, me comentan una serie de críticas a la organización, los contenidos o la metodología, cosa común en cualquier curso y más en uno que ha tenido que movilizar a tantos participantes. Sin embargo, pocos son aquellos que reconocen que la formación permanente ha puesto en evidencia falencias propias de los maestros.

A muchos maestros les cuesta leer. Cada unidad de formación venía respaldada con un cuadernillo que, además de desarrollar los contenidos, ofrecía fragmentos de textos e indicaba bibliografía complementaria. Algunos maestros poco acostumbrados a leer tenían dificultades en concluir el cuadernillo, y más aún en abordar algún libro completo. Otros debían leer dos o tres veces porque no comprendían.

Un maestro debería ser un buen lector, no tendría que pasar un día en el que no se siente a leer un libro. Un buen lector lee por lo menos cincuenta páginas diarias.

Una de las formas más comunes de evaluación a lo largo del programa ha sido la elaboración de ensayos. Cuántos maestros han tenido que escribir por primera vez algo más que su hoja de vida para cumplir con esta exigencia. Esta realidad hace poco viable, al menos en el mediano plazo, la posibilidad de que cada docente escriba su propio libro de texto. Un escritor debe escribir y reescribir todos los días. Vargas Llosa se dedica a escribir todos los días, desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde. Y por las tardes se dedica a estudiar y a revisar lo escrito más temprano. Escribir implica leer y reflexionar.

Los participantes del Profocom tuvieron dificultades para reflexionar. La modalidad de egreso de este programa tenía como base la sistematización de experiencias. Se trata de una metodología que invita a revisar, organizar y reflexionar sobre los resultados de un proyecto a partir de los sistemas de relaciones que se tejieron en su proceso.

Para comprender, por ejemplo, por qué he tenido tanto éxito en la enseñanza de la ortografía o de la trigonometría, resulta importante volver al proceso de enseñanza y aprendizaje, organizarlo, descubrir cuáles fueron los factores que incidieron favorablemente, qué papel jugaron mis convicciones teóricas, en qué momentos tuvo relevancia mi experiencia o cuál fue el rol de las relaciones que se construyeron con los estudiantes. De esto va la sistematización. La dificultad no está en reconstruir los hechos, sino en darles sentido, para ello se necesita un bagaje teórico que brinde las claves del discernimiento. Si un maestro no lee, si no sabe cuáles son las bases pedagógicas de su accionar, si no comprende su rol político, poco provecho podrá sacarle al proceso de sistematización de su práctica.

El Profocom, entonces, ha puesto en evidencia las falencias de los maestros en la lectura, escritura y capacidad de reflexión. ¿No son acaso sus competencias básicas?