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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 18:31

DESDE LA ACADEMIA

Formación del espíritu emprendedor

Formación del espíritu emprendedor
Ecosistema emprendedor, cultura emprendedora y espíritu emprendedor son algunos de los términos que se acuñan en la jerga empresarial, con los que se describe la capacidad para crear iniciativas empresariales.

Surge la típica pregunta de si la persona emprendedora nace o se hace. Yo afirmo que se la forma. No son ni un ningún código genético diferente ni la desesperada respuesta ante la falta de fuentes de trabajo los que generan un sólido tejido empresarial y por ende desarrollo. El emprendedurismo es una filosofía de vida que es capaz de cimentar estructuras económicas y sociales de bienestar.

El espíritu emprendedor se debe formar desde las escuelas, pero no solamente enseñando sobre la gestión de negocios a través de juegos, sino desarrollando en cada estudiante habilidades y actitudes que les generen la capacidad de tomar decisiones frente a retos reales, que fortalezcan su autoestima y persistencia, que incentiven su creatividad, que despierten su sentido de oportunidad, liderazgo y trabajo en equipo; que cimienten sus valores y ética; es decir, todo lo que perfila a la cultura emprendedora. Esta formación es imprescindible para todos, tanto para los que lanzarán un proyecto propio, como para los que llevarán a cabo los de otros o serán de áreas diferentes a las empresariales, si queremos sacar a nuestra población de la visión cortoplacista y del conformismo.

Las universidades deben transferir el conocimiento al tejido productivo y a la sociedad, matizando la evaluación de su calidad con datos reales de los impactos económico y social logrados por sus alumnos, cifras de empresas creadas y/o incubadas, de fuentes de trabajo; y, por supuesto, de marcas y productos que han desarrollado con proyección nacional e internacional. Y el principal aporte de las aulas debe ser gestar el talento disruptivo, es decir, lograr en los estudiantes una mentalidad innovadora, independiente, tenaz, inconformista, irreverente, para crear oportunidades para ellos mismos y para los que no tienen la posibilidad de recibir enseñanza superior.

En el mercado de trabajo, tenemos que cambiar el barómetro de valoración, y dejar la competencia curricular encarnizada de títulos, grados y certificados, para dar paso a la competitividad lograda con éxitos y fracasos de la participación en emprendimientos propios y ajenos.

Vivimos en una etapa en la que la incertidumbre gobierna nuestro futuro. Formar e impulsar el espíritu emprendedor es la mejor actitud.