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  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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Tres años de un poder casi absoluto

Tres años de un poder casi absoluto
Frente a una oposición fragmentada, compitiendo con remanentes de la vieja política y arropado por los logros de sus dos gestiones, el presidente Evo Morales logró, el 12 de octubre de 2014, ser ratificado en el cargo para un tercer mandato. “Evo arrasa”, resumió OPINIÓN en su edición del día siguiente, anotando además que Beni se quedó como el último bastión opositor en la política nacional.

El verbo del titular de apertura no fue exagerado. Los resultados oficiales difundidos el 29 de octubre por un —unánimemente criticado— Tribunal Supremo Electoral (TSE) dieron a conocer que el Movimiento Al Socialismo (MAS) obtuvo el 61.36 por ciento de los votos. Además, el oficialismo superó los dos tercios de congresistas para la Asamblea Legislativa, con lo que garantizó su hegemonía. Muy por debajo quedaron Unidad Demócrata (UD, a la cabeza de Samuel Doria Medina) con el 24.23 por ciento y el Partido Demócrata Cristiano (PDC, con Jorge “Tuto” Quiroga como candidato) con el 9.04 por ciento .

El vocal del Tribunal Supremo Electoral Ramiro Paredes explicó que —publicó OPINIÓN el 30 de octubre— el MAS “consiguió 25 de 36 escaños en el Senado y 88 de 130 en la Cámara de Diputados, con lo que obtuvo 113 puestos en la Asamblea Legislativa de un total 166”. UD, la fuerza opositora más cercana, “obtuvo 9 escaños en el Senado y 32 en la Cámara de Diputados”.

La reacción de Morales, publicada por el matutino al día siguiente de los comicios, era de algarabía: “El gobernante también dijo que la victoria ha demostrado que en Bolivia ‘no hay media luna, sino luna llena’, en alusión a la forma en que los políticos opositores autonomistas se referían a las regiones orientales con el apelativo de ‘media luna”. Y es que la victoria fue casi perfecta, pues, adicionalmente, por primera vez en su historia, el MAS se impuso en el departamento de Santa Cruz, otrora férreo bastión opositor, con casi el 50 por ciento de la votación.

Las claves de la victoria gubernamental, señalaron analistas consultados por OPINIÓN, se centraron en los éxitos, principalmente económicos a raíz de las nacionalizaciones del Ejecutivo, que embanderó para su nueva gestión iniciativas como las de convertir a Bolivia en el centro energético de Sudamérica. Al frente, una oposición dividida, encabezada por políticos antiguos, no supo articular una propuesta alternativa. Por otro lado, el propio Morales expuso un discurso conciliador. Y, aunque dedicó su triunfo a las fuerzas “antiimperialistas”, no pocos fueron los candidatos del oficialismo con un pasado en las filas de los partidos tradicionales.

En ese marco, la campaña estuvo signada por un resultado casi cantado, por lo que se tornó algo anodina de no ser por denuncias de corrupción y de mal manejo de fondos públicos para propaganda contra el Gobierno, audios de Doria Medina que revelaron maltrato a la mujer de uno de sus candidatos y enfrentamientos entre opositores en el tramo final.

Las elecciones además estuvieron caracterizadas por, coincidieron todos los políticos participantes, el mal desempeño del TSE, cuyos errores comenzaron con una cuestionada cartografía electoral, continuaron con una escasa previsión para el empadronamiento y terminaron con yerros incluso en la papeleta de sufragio. Así, los muy polemizados resultados finales determinaron la desaparición del Movimiento Sin Miedo (MSM, partido por el que se postularon Juan del Granado y una criticada Adriana Gil) y del Partido Verde (PV, de Fernando Vargas), que no lograron el 3 por ciento de los votos.

El diputado del MAS electo por La Paz Manuel Canelas afirmó el 2 de noviembre: “La oposición está en deuda con la ciudadanía. Siguen mostrándose incapaces de entender el país que vive hoy, esa falta de lectura les ha impedido plantear una propuesta seria, y por tanto cosecharon una derrota catastrófica. Creo que primero deberían reflexionar para entender en qué país viven, segundo es importante la jubilación de una gran parte de su dirigencia”.