Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

Siglo XVI

En sociedades capitalistas fuertemente estratificadas, la cultura de la pobreza es una respuesta adaptativa de los pobres, en razón de su condición marginal. El antropólogo Lewis creó el concepto de Cultura de la Pobreza (1996), mientras estudiaba los problemas de gente que vivía en barrios urbanos de Nueva York. Para Lewis, la pobreza es una condición cultural, una forma de vida, y por ese motivo se perpetúa a sí misma, al no otorgarse (ellos, los pobres) valores necesarios para triunfar en la sociedad dominante.

En nuestro país, no podemos hablar de esta situación, debido a que no ha existido un desarrollo del capitalismo como tal. Sin embargo, siempre se ha relacionado la condición étnica con la socioeconómica, la misma que utiliza una forma de clasificación social instaurada en el siglo XVI, según la cual, la concentración de riqueza y privilegios sociales en las colonias se definían conforme a la raza y al fenotipo de los individuos, es decir, blancos, indios, negros.

Desde ese pensamiento, y con nuestra mente colonizada, no podemos dejar de burlarnos, por las expresiones y formas de vida del grueso de la población indígena que ahora está en condiciones económicas emergentes.

No tengo idea de arquitectura, sin embargo, desde mi neófita mirada, siempre observé, en los alrededores de la ciudad de Cochabamba, edificios que respondían a formas de construir, vivir y concebir la vivienda (diferente a la mía), como espacios de comercio, recreación y de reunión de la familia extendida. La mayoría de estos edificios eran de quechuas migrados de zonas rurales, personas emprendedoras y trabajadoras. Mientras el esposo era chofer del camión, la esposa administraba los negocios que funcionaban en el edificio, alquilados a sus compadres o ahijados. Al mismo tiempo, tenía su chicharronería y ferretería, que ella en persona manejaba. Estos edificios no tenían ningún estilo en particular. Lo que llamaba la atención era que se construía y habitaba piso por piso. De forma que, cuando se terminaba de construir, por lo menos ya habían pasado cinco años, durante los cuales la familia ya vivía y trabajaba en dicho edificio.

Otra forma de concebir la vivienda la tenemos en El Alto. Es conocida la construcción de edificios con ciertas características, a las cuales se las ha denominado: “arquitectura andina boliviana”; “arquitectura rebelde”; “arquitectura chola”. A propósito, muchas personas se rasgan las vestiduras al encontrar construcciones con estilos que no responden a moldes académicos/culturales eurocéntricos. Con todo, mientras no represente peligro para las personas que viven en ellos o para los vecinos, ¿cuál es el problema?

Echar un vistazo a estas construcciones, en el fondo, nos hace recuerdo del empoderamiento económico de la población aimara. Tengo la impresión de que nos molesta que exista una población (la que tendría que ser siempre pobre) que en la actualidad tiene buena situación económica y vive de acuerdo a su cosmovisión.

¿De dónde vendrá el nombre “cholets”? (ironía). ¿Será que está reflejado el racismo cultural? Este racismo de corte culturalista se lo tendrá que superar. No estamos en el siglo XVI, cuando Ginés de Sepúlveda señalaba que el indio no tenía alma y era humano inferior.