Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 00:01

COLECTIVO TELARTES

Caporalizar identidades

Caporalizar identidades
A quienes venimos de la danza —entendida como un arte a través del cual ejercemos nuestro derecho a la libertad de crear y recrear, de expresar, de interpretar, de manifestar o de interpelar, entre otras muchas posibilidades— nos cuesta entender el sentido de propiedad que se le puede atribuir a título de defender una identidad.

No pretendo plantear una discusión desde el terreno de las ciencias sociales —no es mi competencia—; pero me gustaría poner en consideración algunos elementos que, desde el arte, nos vinculan a la construcción de identidades en nuestro país. Para ello, utilizaré como ejemplo lo que aparentemente ha sido una de las respuestas que el Ministerio de Culturas ha encontrado para fortalecer su imagen como “defensor de nuestro patrimonio cultural”, utilizando una estrategia —en mi opinión— claramente marketera. Me refiero al Primer Concurso Intercolegial de Caporales “Mi Orgullo, Mi Identidad” que, con bombos y platillos (nunca mejor utilizados), ha lanzado este Ministerio.

La medida puede emocionarnos o puede causarnos profunda preocupación, dependiendo el lugar desde el cual hayamos aprendido a danzar-mirar-pensar. Y no se trata de descalificar una expresión artística por otra, un supuesto “hacer patria” por otro, simplemente quiero entender —desde la experiencia— qué lleva a un Ministerio de Culturas a proponer una actividad en la cual se ponen en juego valores fundamentales que nutren nuestras culturas, utilizando nada más y nada menos que a los adolescentes para exaltar la competencia, la ostentación, la figura clasista y empoderada; esa figura reforzadamente machista que refleja el caporal.

Decía que desde el arte nos vinculamos a la construcción de identidades y es que desde la danza podemos aprender a vinculamos con las diversas realidades entendiendo su potencial. Donde no hay una identidad que prime, sino un conjunto de identidades en constante retroalimentación. Podemos aprender que el resultado o el producto de nuestro trabajo no es el equivalente a un podio para premiar nuestro poder, sino la imagen intangible y valiosa de un proceso profundo de conexión, interacción, reflexión, investigación… un recorrido personal enriquecido por lo colectivo. Desde el arte de la danza también podemos hacer resistencia política a un sistema capitalista-caporal que nos da con el látigo para empobrecernos culturalmente día a día si no repensamos nuestras formas de hacer comunidad. ¿Por qué perder esa posibilidad? ¡Por qué caporalizar nuestras identidades!