Opinión Bolivia

  • Diario Digital | lunes, 18 de marzo de 2024
  • Actualizado 23:27

DESDE AFUERA

El sismo de 2017 y el fin de los tiempos

El sismo de 2017 y el fin de los tiempos
El sismo de magnitud 7.1 irrumpió con brutal intensidad en el centro del país [México]. Mis libros, objetos y anaqueles cayeron con brusquedad. Todo se movía con violencia inaudita y los segundos parecían eternos. Por momentos pensé que todo se abatiría, la ciudad quedaría en escombros y yo entre ellos. Vuelven las imágenes de desconcierto, dolor, incredulidad y rostros de pánico de 1985. Pero también la solidaridad, miles de personas buscando sobrevivientes, cooperando para remover piedra por piedra entre los escombros la esperanza de vida. Escenas conmovedoras de triunfo colectivo cuando se rescataba a una víctima que nos confirma que la generosidad ciudadana no fue un accidente en 1985. Pese a que México se ha envilecido, desde entonces, y muchas de sus aristas se han descompuesto, prevalece la magnanimidad del voluntario por apoyar de manera desprendida al desamparado, al que necesita de ayuda de manera urgente y determinante. Ciudad de México, la casa de todos, nuestro albergue, sufre de nuevo un severo trauma causado por la naturaleza. De manera inaudita el sismo del martes que tuvo un impacto furioso coincide justo el mismo día 19 de septiembre, a 32 años del sismo de 1985. ¿Casualidad?, se preguntan muchos en redes.

Desde hace semanas circulan tanto en las redes sociales y como comentarios en medios interpretaciones de los recientes eventos de la naturaleza en clave catastrofista. Como señales fatales del fin del mundo. Hace unos días, una conocida, Martha, testigo de Jehová, me advertía que acontecimientos insospechados acaecerían en nuestra realidad. Una especie de advenimiento del desastre. Los hechos ahí están: un eclipse en el hemisferio norte, los devastadores huracanes Irma, Katia, José y anteriormente Harvey, que azotó Texas. El terremoto del 7 de septiembre y ahora este del 19 del mismo mes. Hay ciertos colectivos, aun iglesias, cuyo estado de ánimo colectivo raya en el sentido del fin del mundo. Supuestos expertos en el Nuevo Testamento advierten haber hallado que en el evangelio según San Lucas aparece una tremenda profecía en el capítulo 21, versículos 25 y 26, donde se presenta la siguiente advertencia narrada por el mismo Jesucristo: "Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas". Este apocaliptismo moderno nos advierte la intervención de la ira de Dios. Dichas concepciones catastrofistas no son nada novedosas, aparecen y reaparecen de tiempo en tiempo. Sin embargo, muestran sobre todo cómo la sociedad occidental ha construido su ethos sobre las nociones del apocalipsis, del fin del mundo y del fin de la historia. A los signos de la naturaleza habría que añadir las señales actuales de la naturaleza humana. Una potencial guerra nuclear ante el atrevimiento norcoreano, Medio Oriente sigue radicalizándose en el conflicto sirio y el Estado Islámico prosigue con su guerra sicológica de atentados en Europa y norte de África. Vladimir Putin advierte los riesgos de una catástrofe global que contrasta con la voz envalentonada de Donald Trump en la ONU, quien amenaza a Norcorea, Irán y Venezuela.

En el campo cultural hay una fascinación extravagante por el fin civilizatorio; abundan los malos augurios, las profecías catastrofistas y predicciones apocalípticas (...).

(Tomado de www.jornada.unam.mx)