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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Lo cotidiano en “El llano en llamas”

Lo cotidiano en “El llano en llamas”
“El llano en llamas” (1953), obra del escritor mejicano Juan Rulfo (1917-1986), es una colección de cuentos en las que encontramos un rodeo interesante sobre lo cotidiano. El desarrollo de las acciones de la obra muestran la vivencia temporal de cada personaje que se traduce en su trajinar diario: el tiempo de sus ocupaciones, trabajos, tristezas, alegrías y esperanzas.

“Nos han dado la tierra” es el primer cuento. En él vemos la vivencia de unos hombres desahuciados por el calor, la sed y la soledad. Aquella larga caminata los ha aislado de los otros. “No, el llano no es cosa que sirva. No hay conejos ni pájaros. No hay nada”. Por lo que uno de ellos reclama: “¿Cuál tierra nos han dado, Melitón?” Si lo cotidiano es lo seco e inhóspito no hay esperanzas de vida.

En “La cuesta de las Comadres” lo cotidiano está marcado por la rutina: “Antes, desde aquí, sentado donde ahora estoy, se veía claramente Zapotlán. […] Me acuerdo antes, cuando los Torricos venían a sentarse aquí también y se estaban acuclillados horas y horas hasta el oscurecer, mirando para allá sin cansarse […]” ¿Qué nos ha permitido esta rutina a los seres humanos? Según “Tiempos modernos” (1936), el hombre se ha convertido en máquina.

Así, en el tercer cuento de la obra, “Es que somos muy pobres”, tenemos un encadenamiento de desgracias: muertes y pérdidas. La comprensión de esta situación se resume en: “Aquí todo va de mal en peor”.

Lo cotidiano es trágico y fatalista. Ante ella no podemos hacer absolutamente nada, solo decir: ¡y qué se le va a hacer! Lo cotidiano es vivir bajo el influjo del destino.

Tal vez por ello en el cuento “El hombre” tenemos a un buscador: “Los pies del hombre se hundieron en la arena […], luego caminaron hacia arriba, buscando el horizonte.” Entonces, lo cotidiano está marcado por la búsqueda. Ahora, la descripción de lo cotidiano explota en el cuento “En la madrugada”. Aquello en lo que estamos metidos no tiene otra expresión mejor que la narración de nuestro entorno y nuestras ocupaciones. El espectáculo del amanecer con su lento transcurrir infunde en nosotros una añoranza por la contemplación de la naturaleza, tan necesaria para nosotros, los de hoy.

Tanilo y Natalia, en el cuento “Talpa”, pregonan otro elemento más de lo cotidiano, aquello que nos permite una vida plena: las relaciones. De hecho nuestra historia no sería posible sin estar imbricado en la vida de los otros. Sin embargo, a esto hemos de añadir también las penurias, el dolor o la fatiga: “Llegará la noche y nos pondremos a descansar. Ahora se trata de cruzar el día, […]. Lo que tenemos que hacer por lo pronto es esfuerzo tras esfuerzo para ir de prisa […]. De eso se trata.” E insiste en esto Rulfo con el cuento “Luvina” donde lo cotidiano estruja y, al parecer, no deja vivir. Esto, inmediatamente, nos pone al tanto de nuestra condición de seres curiosos.

Por ello lo cotidiano también estará marcado por las preguntas. En “El paso del Norte” se insiste en ello: “¿Y pa ónde te vas, si se puede saber?”, que se conecta con un deseo de vivir. Así, en “¡Diles que no me maten!”: “[n]o tenía ganas de nada. Solo de vivir.” Con estas preguntas que llevamos con nosotros y con las ganas de vivir cierra Rulfo esta serie de cuentos en los que hemos leído sobre lo cotidiano de nuestras vidas.